Sonrisas por jeringas. La sanidad amable
La Firma de Guillermo Flores

Sonrisas por jeringas. La sanidad amable. La Firma de Guillermo Flores
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Palencia
Cuando te toca estar lidiando con una enfermedad por algo propio o de tu entorno más querido, es cuando te das cuenta de lo fundamental que es tener un sistema de Salud adecuado y de lo importante que es que el personal sanitario que te atiende en esos momentos tan delicados sea profesional, pero sobre todo amable, que te traten con agrado, educación y respeto. Aunque en algunos sitios como en Barruelo ya les gustaría tener una médica y un enfermero, aunque sean antipáticos.
Tendemos a ser hiper exigentes con la sanidad pública y no dudo que muchas veces con razón. Y solemos destacar lo negativo, el hecho de que nos toque un auxiliar, un enfermero o un médico borde. Yo he visto alguno, seguro que todos en algún momento, esa enfermera sargento o ese médico especialista que se cree el dios del hospital. Pero seguro que nos hemos encontrado en la mayoría de las ocasiones con sanitarios que te dan más vida que la medicina, que sonríen, que tienen palabras de ánimo y cariño e incluso te miman.
Yo que he estado unos días con mi padre hospitalizado me encontré con varias de estas personas, del servicio de limpieza, auxiliares, la fisio, el cardiólogo. Todos de buen trato, amables, simpáticos, próximos y tolerantes.
Siempre hablamos de la sanidad en España subrayando lo malo, que si las listas de espera, que si tardaron en atenderme, que si no me dejaron pasar, que no nos informaron, incluso como escuchaba estos días que solo uno de los 6 ascensores del clínico en Valladolid es para visitas. O que falta personal o que hay muchos mirando… pues resulta que para garantizar una atención adecuada es necesario en muchos momentos puntuales contar con personas.
Porque esto no es un bar en el que de repente entran 20 a tomar copas, solo hay un camarero y tardas en atenderles. Aquí si no tienes el personal adecuado te puedes morir. El miércoles cuando agradecía a la auxiliar de enfermería el trato de le había dado a mi padre, la dije que hoy la iba a dedicar mi opinión. Y me decía, cuando venimos a trabajar a la entrada hay un cubo de basura en el que arrojo mi mala leche, mi soberbia y mis problemas, porque nosotros también somos personas, a veces con sobrecarga de trabajo, a veces teniendo que soportar pacientes egoístas. Y nos pintamos esa sonrisa porque los enfermos ya tienen bastante con lo suyo.
Y yo la dije, bien hecho y ¡muchas gracias!
Cura más una sonrisa que una jeringa, aunque bien estaría que fuera en las dos direcciones.




