Gracias por tanto Nicolás Redondo, compañero y amigo
La firma de Javier Gómez Caloca
Gracias por tanto Nicolás Redondo, compañero y amigo, la firma de Javier Gómez Caloca
Palencia
Buenos días, no hay comentario que pueda estar a la altura de lo que Nicolás Redondo ha representado para la clase trabajadora, para la izquierda política y sindical y para la consolidación de la democracia en este país.
Los medios ya se han llenado de biografías de quien fue un niño de la guerra, de un metalúrgico de la Naval de Sestao, donde compartió trabajo con no pocos palentinos del éxodo rural, de una persona coherente, que vivió como lo que representaba, comprometida y valiente. Que dejó el Parlamento para estar con los trabajadores y convocó varias huelgas al Gobierno socialista, no como se dice por desavenencias personales con Felipe González sino porque él y la UGT se mantenían fieles a la socialdemocracia y a la política económica que tenía que aplicar un Gobierno socialista, y el otro ya había emparentado con la tercera vía y el neoliberalismo económico. Que vio que el futuro del sindicato exigía una autonomía sindical frente a todos los partidos y la unidad de acción con Comisiones. Que siempre insistía que el sindicato no podía caer en la institucionalización y que tenía que potenciar su perfil de contrapoder obrero.
No hay ningún derecho laboral ni avance social en los últimos 135 años que no lleve la firma de UGT y muchos de ellos, el sello y la orientación de Nicolás.
Pero yo voy a hablar de mí Nicolás, del que yo conocí directamente y, sobre todo, a través de mi amigo Javier Donis, historia viva del sindicalismo palentino. Del Nicolás que de vuelta de las reuniones de zona daba un rodeo para compartir una velada en la bodega de Torquemada con los compañeros de la UGT de Palencia.
En mí trayectoria sindical en UGT tuve dos referentes, de los que aprendí casi todo. Aquí, en Palencia, Javier Donis con el que llegué al sindicato y con el que salí del brazo de la Casa del Pueblo allá por mayo de 2013. Y, por encima de todos, en la lejanía, pero muy cercano, Nicolás Redondo.
Fue aquí, en una rueda de prensa, donde anunció en 1987 su dimisión como Diputado porque no podía caer en la incoherencia y votar a favor de unos Presupuestos del Estado con insuficientes subidas en pensiones y salarios de los empleados públicos además de una reforma fiscal regresiva.
En el verano del 92, después de una reunión Felipe González que, para molestarle, hacía ojitos a Antonio Gutiérrez, vino, organizado por Donis, a pasar un fin de semana a nuestra casa de Piedrasluengas. Todavía recuerdo la ilusión de mi padre, la excursión hasta la Fuente Cobre, las botellas de vino que dejamos a refrescar en el río y nos bebimos a gallete, las sobremesas, el mus.
En 2010, cuando ya no iba a casi ningún acto, vino a Palencia a la celebración del 25 Aniversario de la Devolución de la Casa del Pueblo y a la puesta de un busto de bronce de Pablo Iglesias, realizado por Gerardo Pescador, en el mismo lugar del que unos fascistas habían quitado el original en el 36 para tirarlo a las aguas del Carrión.
Y tres momentos muy personales que nunca olvidaré y que demuestran lo buena persona que era Nico. Su ramo de flores cuando falleció mi padre, la felicitación, por el teléfono de Javier, nada más terminar el Congreso de la UGT en el que fui elegido secretario general y su viaje a Palencia para comer con nosotros y darnos ánimos después de anunciar, con mis compañeros de Ejecutiva, que no nos presentábamos a la reelección.
Así era Nicolás, duro como el acero y, a la vez, cariñoso como un abuelo. El mejor homenaje que podemos hacerle es intentar ser la centésima parte de coherente, valiente y comprometido que fue él. Nos iría mejor.
Buena semana.