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Las "luminarias" de San Bartolomé de Pinares retoman su esplendor

135 caballos han protagonizado una fiesta a la que se han sumado las fuertes rachas de viento

Un jinete pasa con su caballo por encima de las llamas durante las tradicionales "luminarias" que se celebran en la localidad abulense de San Bartolomé de Pinares. / RAÚL SANCHIDRIÁN (EFE)

Ávila

Las "luminarias" de la localidad abulense de San Bartolomé de Pinares (581 habitantes) han retomado su esplendor tras la pandemia, con el fuego, los animales equinos y, sobre todo, el humo purificador como protagonistas de una jornada desapacible de invierno abulense. Pese a la meteorología y el hecho de que esta tradición haya tenido lugar un lunes, cientos de personas han vuelto a reunirse en torno a la magia de unas "luminarias" que han recuperado la normalidad y han vuelto al ritual de siempre.

RAÚL SANCHIDRIÁN (EFE)

En esta ocasión, el desarrollo se ha visto marcado por las fuertes rachas de viento que han convertido las calles de la localidad en un callejón sin salida en el que era imposible ver, no solo a quienes estaban más próximos, sino también el paso de los caballos, que en ocasiones ha resultado peligroso debido a la falta de visibilidad. Esta costumbre que forma parte de las raíces de este pueblo, se adelanta unas horas a la celebración de San Antonio Abad, patrón de los animales, que junto al humo y al fuego, han vuelto a protagonizar una noche repleta de imágenes espectaculares e imborrables para la retina de quienes las contemplan por primera vez.

/ RAÚL SANCHIDRIÁN (EFE)

Junto a los vecinos del pueblo, cientos de personas procedentes de otras partes de España y también de diferentes países, han contemplado, entre la admiración y la sorpresa, el paso de los más de 100 caballos y burros por la veintena de hogueras repartidas por las empinadas calles de esta localidad. En una especie de improvisada procesión, y mientras los 'bartolos' han ido arrojando a las hogueras los piornos y ramos recogidos durante el fin de semana, los jinetes han dado varias vueltas al pueblo a lomos de sus monturas, hasta que todo el material recogido de los montes cercanos se ha ido agotando.

/ RAÚL SANCHIDRIÁN (EFE)

Mientras tanto, San Bartolomé de Pinares se ha sumergido en una espesa nube de humo purificador, que podía ser vista a kilómetros de distancia, dando así sentido al origen de una fiesta que pretendía ahuyentar a los malos espíritus, protegiendo a los animales de las epidemias que antaño asolaban estas tierras. La tradición se ha repetido este lunes en este municipio que lleva tatuada a fuego una de las costumbres más icónicas de la provincia de Ávila, al mismo tiempo que polémica por el trato a los animales, tal y como denuncian los colectivos animalistas, que rechazan el hecho de que caballos y burros tengan que atravesar las grandes hogueras. Ello ha hecho que, año tras año, desde el Ayuntamiento se emita un bando con recomendaciones, tanto al público para que no haya accidentes, como a los jinetes, para que pasen junto a las hogueras y sea el humo el que purifique a sus monturas, sin necesidad atravesar las llamas. Sin embargo, la mayoría de los 'bartolos' han seguido saltando las "luminarias" a lomos de sus caballos, ataviados con ropa de abrigo y tapándose la cara con pañuelos, para evitar respirar el humo procedente de las llamas, este lunes más espeso que en otras ocasiones, ayudado por el viento.

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Al margen de la polémica, esta jornada ofrece año tras años unas imágenes impresionantes, cargadas de simbolismo y de gran belleza visual, ante las que el público se sigue emocionando, ya que el espectáculo resulta hipnótico. Este año, los participantes han podido volver a la normalidad, después de que en 2021 no pudiera celebrarse esta tradición por la pandemia y en 2022 lo hiciera con algunas restricciones, que obligaron a modificar el lugar en el que los animales son bendecidos por el párroco en una ceremonia durante la cual se han repartido dulces y vino de la zona entre los asistentes. Y ello, antes de que el humo purificador de las "luminarias" invadiese todo el pueblo, hasta tal punto que en muchos momentos apenas podía verse a las monturas.

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El paso de los animales se intuía por el ruido de las herraduras que se escuchaba al aproximarse a las grandes hogueras, entre cuyas llamas aparecían los jinetes y sus animales a modo de sombras, apenas visibles por la espesa nube de humo. Durante el espectáculo, los comentarios del público se entremezclaban con el crepitar de las ramas ardiendo y los flashes de los fotógrafos, que se arremolinaban en torno a las "luminarias".Tras unas dos horas recorriendo la veintena de hogueras, los vecinos han aprovechado las brasas a las que han quedado reducidas las hogueras para comenzar a asar chorizo, morcilla, panceta o chuletillas, y así reponer fuerzas y seguir la fiesta de madrugada

 
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