La recuperación de los carnavales serranos abulenses
Navalmoral con su Carnaval Antiguo último ejemplo en la provincia
Carnaval tradicional de Navalmoral
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Ávila
Durante décadas nos hicieron creer en la necesidad de implantar modelos culturales urbanos y globalizados en nuestros pueblos y así empezaron a proliferan carnavales insulsos y clónicos, más propios de otras latitudes, donde los disfraces de poliéster sustituyeron a las antiguas ropas, a las pieles y a los andrajos más populares. Por fortuna, en Ávila, estamos asistiendo a la recuperación y revitalización de muchas manifestaciones carnavaleras, con una interesante revisión y puesta a punto de los antiguos rituales que hunden profundas sus raíces en la cosmovisión del hombre primitivo de todas las culturas europeas.
Buena parte de esa revitalización sin duda la tiene el fenómeno Mascarávila. Liderada en un principio por la asociación cucharera Siempreviva ha pasado a convertirse en un proyecto provincial donde lo que prima es la puesta en valor de este rico patrimonio cultural, pero no a cualquier precio. El rigor (siempre con un proceso de documentación detrás), la honestidad (no engañar a nadie con lo que se hace) y la inclusión participativa (dando espacio y momento para todos) ha supuesto un revulsivo importante para la revitalización de estos interesantes carnavales serranos (y también del resto de máscaras de invierno, en distintas fechas, y de las singularísimas danzas de paloteo, las pocas que ya nos quedan).
Un buen ejemplo de estas corrientes renovadoras lo hemos tenido en Navalmoral, durante este fin de semana y la recuperación de su carnaval antiguo. Había ganas de devolverle al carnaval el brillo y lustro que nunca debió perder y que, en las últimas décadas, no pasaba de ser un desfile de disfraces, más o menos elaborados, al modo y manera de toda tierra de garbanzos.
Muchos de los carnavales serranos tienen el ritmo que marcaron desde su creación, allá por los finales del siglo XVIII, los quintos. A pesar de que ya no hay servicio militar ni hay que ir a servir al Rey, los ritos de paso siguen siento imprescindibles en todas las culturas. Las quintas o "kintas" son esas fiestas de reconocimiento, por la comunidad, en las que los niños pasan a la edad adulta. Pintadas de reafirmación de la quinta, cucañas, corridas de gallos y cintas, o saltos del río sirvieron en tiempos para demostrar la valía de los mozos. Y renovados, todos estos rituales siguen teniendo validez. Aparecen los quintos en multitud de fiestas de invierno serranas y su papel suele ser muy similar: cuestación recogiendo huevos, viandas, o dinero por las calles del pueblo, rifa de un carnero revestido de cintas, o cantos de despedidas y coplas. Así se celebran en muchos de los pueblos del Alberche donde los quintos siguen siendo protagonistas. Antiguamente lo recogido permitía las comidas comunales que afianzarían los vínculos y el orgullo entre ellos de por vida (necesario para afianzar la idea de comunidad, de cuadrilla de amigos). Lo podemos ver todavía hoy, en los carnavales de Hoyocasero (acertadamente recuperados), en los quintos de la Virgen de la Piedad barraqueña, en los quintos de los carnavales de máscaras de Navalosa o Navalacruz, donde comparten protagonismo, con el mismo rango de importancia, con Cucurrumachos y Hamarrachos. Y como no, en los quintos de Navalmoral que vestidos de capa y escarapelas y acompañados por las quintas (en ese interés de renovación y revisión de los rituales) recorrieron el sábado por la mañana las calles de la localidad solicitando las dádivas.
También de la mano de los quintos hacía su presencia otro de los singulares elementos de estos carnavales serranos: la vaquilla, un armazón de madera, con distintas estructuras y adornos, pero siempre rematado con una cornamenta considerable de vacuno. El personaje, una vaca
simulada, tuvo su importancia entre las mascaradas zoomorfas que aparecen enpecialmente a lo largo del Sistema Central y que en nuestra provincia todavía pervive en muchos de sus pueblos serranos (Hoyocasero, Navalosa, Navarredonda, El Hoyo de Pinares, Burgohondo, Navaluenga y Navalmoral entre otros). Vinculado a antiguos ritos propiciatorios del despertar de la primavera en comunidades eminentemente ganaderas tenía la misión de asustar y embestir especialmente a mujeres y niños de las distintas localidades donde todavía aparece. Para todos estos carnavales de máscaras se ha solicitado la declaración de Bien de Interés Cultural.
Pero estos carnavales serranos se mezclaron, como es el caso de Navalmoral, con las rondas de guitarras y los trajes serranos. Había que lucirlos para correr el carnaval, especialmente el domingo gordo, el lunes y martes de carnaval. Unas indumentarias tradicionales que volvieron a salir a la calle para cantar y bailar los carnavales, a la antigua. Parando en los cotanos y plazas de la localidad, se iban desgranando las seguidillas, las jotas y las coplas de ese carnaval de antes, sin necesidad de guion, pues en la cabeza de todos está el recuerdo de cómo discurría el ritual. Muchas mujeres desempolvaron los manteos y los pañuelos de ramo para acompañar, en una tarde soleada, ese recorrido por la memoria de antes y muchos hombres acompañaron con las capas y escarapelas recordando su mocerío. Volvieron a sonar las guitarras, bandurrias y laúdes, el calderillo, los almireces y la botella como hacía años que no sonaban. Esperemos que poco a poco, recuperemos el brillo de nuestra tradición, que al fin y al cabo es la de nos distingue y nos hace únicos, patrimonio cultural etnográfico no nos falta.
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