Poesía
La firma de María González López
La firma de María González - 31 de marzo
Aranda de Duero
El género de la poesía no posee cifras de lectores tan elevadas como otros géneros literarios, sin embargo, a pesar de su dificultad en algunos de sus tipos y autores, la lírica ofrece un conjunto de sentimientos y emociones en un formato reducido de palabras.
El pasado 21 de marzo, a la par que estrenábamos la primavera, se celebraba más allá de los calendarios el día mundial de la poesía. Los telediarios dedicaban algunos minutos a recitar poemas de todas las épocas y temas sobre sus pantallas, que se convertían en páginas de libros. Las redes sociales eran navegadas por versos de cualquier autor, desde Safo, pasando por Benedetti, hasta la actual Loreto Sesma, entre otros. Y en las librerías poemarios de muestra se regalaban para seguir sembrando este género por todos los lugares, con la única misión de que la cosecha fuese un campo de sensaciones despiertas a golpe de los puntos finales de este tipo de creaciones, que hacen volar la cabeza del receptor como si de un fusilamiento se tratase o un botón hacia sus pensamientos más profundos. Esos signos finales que son capaces de sostener torres de estrofas cargadas de emociones sin derrumbar más que al lector en ciertas ocasiones.
Según la RAE, la poesía se define comouna manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa. No obstante, la poesía va más lejos de las palabras, habitando en más sitios de los que creemos, es casi omnipresente. Se resguarda en las emociones, que son la materia prima que la conforma.
Hoy puede ser un ejemplo de poema si nos fijamos en los detalles, ese cielo ensangrentado al atardecer cuando el sol se cae, las palomas fisgonas en los balcones, o esa familia que vive en frente de tu domicilio a la que ves enmarcados por la ventana como si de escenas de cuadros se tratase su vida, entre otras. Habita también en las personas que nos rodean y sus gestos, la caricia de una madre a su hijo untando el cariño sobre su rostro, la risa compartida donde, el eco de ambas juntas, podría ser la definición de alegría, o esa pareja de ancianos que pasea de la mano, demostrando que el amor sobrevive al tiempo. O incluso las canciones que suenan desmigando las notas musicales de sus letras, son demostraciones de poesía. Los poemas son sus retratos que se pueden transmitir de manera oral o escrita, expertos en transportarse a través de los siglos, como el cantar del Mío Cid, las canciones populares o expresiones comunes con origen en figuras retórico literarias, entre otros.
Una de las causas por las que empecé a escribir mi poesía entrecomillada, o textos de poesía en prosa, fue por culpa de querer hacer inventario de mis días de verano hace cuatro años, resguardando cada jornada estival, y de tal manera, hacerlo también con mi juventud adolescente en aquellas hojas. Sin saberlo, lo plasmaba con un tono poético que hizo que me empezase a adentrar en este género, leer a autores como Nerea Delgado, Loreto Sesma, Patricia Benito, o David Ruíz, entre otros poetas más presentes, aunque también compartían estantería con Benedetti, Pablo Neruda, Jaime Sabines, o Machado.
Ahora, para seguir sembrando poesía voy a poneros mi poema favorito, Caballos Salvajes de David Ruíz, y que este género siga creciendo.