Vuelven los cerdos
La Firma de Elisa Docio
"Vuelven los cerdos", la Firma de Elisa Docio
Palencia
Acabo de leer una noticia polémica. La Junta de Castilla y León ha decidido reactivar las autorizaciones para la puesta en marcha de más de 200 proyectos de granjas porcinas.
En nuestra región ya existen, nada menos, que 8.500 explotaciones con unas 4.500.000 cabezas. Ahí es ná. Recordemos que la población humana de Castilla y León es de 2.400.000 habitantes. Tocamos a casi dos cerdos por barba, incluidos niños.
Igual no sea la mejor manera de repoblar la España vacía. Las granjas porcinas amenazan la pervivencia de pequeñas localidades bajo la falsa explicación de que crean puestos de trabajo. No es así, están tan mecanizadas que apenas requieren mano de obra, no fijan población y lo único que producen son jugosos beneficios para los promotores, empresas ajenas a la localidad que lían a ganaderos locales para que se impliquen, abran caminos burocráticos y se empeñen económicamente hasta las entretelas. Una macrogranja cerduna produce emisiones de nitrógeno y fósforo a la atmósfera; contamina los acuíferos con los purines procedentes de cadáveres, orines y excrementos por mucho que digan que impermeabilizan las balsas; destruyen los terrenos ocupados y no hablemos de los olores cuando revuelven el estiércol. El empuje de China, gran consumidor de carne de cerdo, nos convierte en objetivo preferente para los inversores que buscan jugosos beneficios en las exportaciones. Nuestros políticos han encontrado una veta fácil y cómoda para argumentar que es un sector estratégico para la economía de la región. Casi mejor que nunca se hubieran acordado de la España vacía. No es comprensible su empeño en protegerlo, defenderlo a capa y espada e incluso subvencionarlo.
Estamos en precampaña y a buen seguro que al Partido Popular, que nos gobierna, no le interesa que de nuevo los pueblos organicen otra vez protestas masivas. Y no se trata de una oposición caprichosa, el daño medioambiental está documentado científicamente y la insalubridad para los ya escasos habitantes de nuestros pequeños pueblos está claramente demostrada donde ya existen este tipo de instalaciones. La cercanía de macrogranjas hasta el punto de que lleguen los olores ahuyenta la llegada de nuevos pobladores. ¿Quién se arriesga a hacerse o comprar una casa cerca de semejante peste? Pues, ale, al rincón de pensar.