Palabras sanadoras
La firma de Rosa Alcubilla
16 junio - La Firma de Rosa Alcubilla
Aranda de Duero
La principal característica de los humanos, respecto a los animales, es el lenguaje verbal, compuesto por palabras. No estoy segura de si somos plenamente conscientes del valor de la palabra, este privilegio que sólo tiene el ser humano. Las palabras que nos decimos a nosotros mismos, y las que nos dicen los demás, están cargadas de un inmenso poder y pueden producir efectos beneficiosos o desastrosos. Ser una salvación o llevarnos a la perdición. Una palabra, una sola, es capaz de reparar una profunda herida que ha provocado mucho dolor.
En el diccionario las palabras son neutras, pero en la realidad no son inocentes, por ello hay que tener muchísimo cuidado con ellas. Las palabras emocionan y motivan, pero también incomodan o maltratan. Hay que procurar que no salgan de la boca sin que antes suban a la mente. No sólo sirven para comunicarnos, las palabras crean realidades.
Cuando más frágiles y vulnerables nos sentimos, es decir, cuando enfermamos, ¿qué papel juegan las palabras? ¿Médicos, enfermeras, auxiliares, etc son conscientes de que con su lenguaje y sus actitudes pueden sanarnos o destruirnos, de que con sus palabras nos curan o nos matan? Mi experiencia de transitar estos últimos meses por diferentes hospitales del país me confirma, una vez más, que en el campo sanitario falta cercanía, escucha activa, y sobre todo palabras terapéuticas que nos acompañen.
Les falta empatía, tal vez humanidad, y destruyen la esperanza del enfermo. Claro que no todo el colectivo es así, no se debe generalizar, y sí rescato a algunos profesionales que con sus palabras sanan. Entre ellos, la fisioterapeuta Elisa, que además de trabajar con las herramientas convencionales utiliza la palabra, y obtiene resultados óptimos gracias a que logra que el paciente crea que es posible recuperarse. O el cirujano vascular Carlos, que trata al paciente con calma y calor humano, teniendo claro que incluso un suspiro dudoso o preocupante por su parte crea miedo en el paciente y dificultades en la terapia.
Sueño con una medicina más humanizada y menos protocolaria donde se usen palabras reparadoras. ¿Por qué si la empatía y la compasión son tan necesarias para cubrir las necesidades del paciente, los médicos adoptan un estilo distante y neutro? Lo más importante del lenguaje y de las palabras positivas es que te están dando energía. Te hacen buscar recursos creativos. Te inyectan vida, abren puertas y construyen puentes. Al contrario, las palabras negativas comprimen, reducen el campo de visión del mundo, cierran la mente e impiden ver el horizonte.
¿Tanto nos cuesta entender que las palabras duelen, que son físicas? Palabras de alegría las sentimos en el pecho, en el estómago, nos dan energía. Palabras que causan tristeza, en cambio, te hacen temblar las piernas, se produce un nudo en estómago y en la garganta. Las palabras funcionan en el cerebro y en el cuerpo. Una de las investigaciones más interesantes para llegar a esta conclusión es el fenómeno de la muerte vudú en tribus africanas. Si el chamán señala a alguien con un hueso humano y le sentencia enfermedad o muerte, el pronóstico se cumple, las palabras desencadenan una respuesta biológica. Qué curioso, si el chamán da esa sentencia a alguien que no pertenece a la tribu, un turista por ejemplo, ese daño no se da. La conclusión es que el hechizo no tiene efecto si no crees en él. Cada vez hay más descubrimientos que indican que mente y cuerpo no son instancias separadas.
Debemos cuidar minuciosamente el lenguaje de nuestro diálogo interno y filtrar las palabras que nos dicen las demás y nos dañan. Las palabras salvan vidas.