Opinión

Nuestra noche de brujas

La Firma de Borja Barba

Nuestra noche de brujas. La Firma de Borja Barba

Palencia

Por extraño que parezca si uno empieza a bucear en nuestra prolífica y bien documentada historia, somos un pueblo influenciable y muy permeable a las costumbres que nos llegan de fuera. Como si con nuestras tradiciones no tuviésemos suficiente y nos viésemos obligados a importar celebraciones y festejos de hace un cuarto de hora. Cosas de la mercadotecnia de una cultura, la norteamericana, que nos lleva, ahí sí, muchos siglos de ventaja en esto del marketing y el posicionamiento. Buena parte de la población española sueña con vivir en una vivienda unifamiliar, que un chico en bicicleta le entregue el periódico en casa cada mañana y con tener un coche que no entraría por la mayoría de nuestras carreteras secundarias. Perdemos nuestra identidad a fuerza de adoptar gustosos la que los demás nos imponen.

Estamos en días de historias de terror. Y no me refiero a las que la propia actualidad nos regala a diario. Pienso en el Día de Muertos mexicano, en el Samhain de las naciones celtas y sí, también, en Halloween, en sus payasos terroríficos, en sus pelis de Tim Burton y en sus disfraces de bruja sexy.

Pero también pienso en “el último de los pueblos de Palencia”, como muy bien lo definió el recordado Gonzalo Alcalde. Pienso en San Pedro de Cansoles, confín de la provincia y apartado lugar de paso para mercaderes y pastores. San Pedro de Cansoles tiene una historia, quizá leyenda, que sobrevuela su caserío.

Llegar hoy al pequeño pueblo, arrinconado entre las enormes masas boscosas que ejercen de aduana entre el noroeste de nuestra provincia y la vecina León, exige desviarse unos cuantos kilómetros. Su ubicación imprime carácter y dibuja historias perdidas en la noche de los tiempos. Historias de brujería, comunes en pueblos o caseríos caracterizados por su aislamiento geográfico. La tradición oral y la soledad debieron de contribuir de forma notable a esas leyendas sobre mujeres misteriosas en la noche.

Cuenta la tradición que, mediado el siglo XVI, un grupo de mujeres vivía retirado en la cercana Cueva del Erro. Poco se sabía de ellas y pronto comenzaron a circular leyendas acerca de apariciones demoníacas, trances, y visitas a los campos de Cansoles en las noches de luna.

“¡Por encima de zarzas y espinos, a bailar al campo Cansoles!”

Se dice que la frase funcionaba a modo de conjuro y que, al parecer, hacía ‘volar’ hacia el pueblo a aquellas hechiceras, donde seguro acababan seduciendo a algún incauto mercader que allí hacía noche. Cierta o no la leyenda, algo debió de ocurrir en aquellas noches de rituales y brebajes. Está documentada la muerte en la hoguera, en un auto de fe en Valladolid, de al menos una docena de mujeres procedentes de San Pedro de Cansoles.

Sea como fuere, conviene dejarse llevar por la sugestión y hacerse crédulo con la leyenda. Solo les daré un dato real. En mi última visita al pueblo no vi una sola persona. Solo un gato negro y un amenazante enjambre de avispas. Me gusta creer que, en esas noches de luna llena, las brujas aún siguen danzando en los campos de Cansoles.