Lo que el viento no se llevó
La Firma de Elisa Docio
Lo que el viento no se llevó. La Firma de Elisa Docio
Palencia
Ayer, según salía de la estación me topé con la sarracina que el temporal había hecho en el parque de los Jardinillos. Esta vez no ha sido por causa de la mano del hombre, aunque indirectamente también. Un hermoso árbol y algunas ramas arrancados por el viento eran testigos de un día de tempestad con tintes bíblicos, zumbaba que daba miedo. Lo que el viento no se llevó fue la estupidez de los negacionistas, a pesar de estar demostrado que el calentamiento del agua en el Atlántico propicia, y propiciará en grado extremo, estas perturbaciones atmosféricas que cada vez serán más frecuentes: lluvias torrenciales, olas de calor o de frío, grandes sequías y nevadas intensas.
Detrás de mí el diluvio dijo Luis XV mostrando su indiferencia despótica por las consecuencias que trajeran sus actos. Frase repetida hasta la saciedad por el liberalismo económico, o el que venga detrás que arree, que en expresión popular viene a ser lo mismo. Es lo que dejaremos a las generaciones que nos suceden cuando ya no estemos, un planeta en turbulencias e inestable en todos los órdenes.
Y ahora, bajando a lo de casa, siento también que el viento no se llevara esos arbolitos incrustados a sangre y fuego en el último tramo de la Calle Mayor Antigua hacia Pio XII. Una idea que parece fruto de una noche de pesadillas o una ocurrencia resacosa, con sus alcorques, que son más obstáculo que adorno y sin ningún sentido para dar sombra en una calle tan estrecha y una acera por la que nunca camina nadie. Si fue por aproximar la naturaleza a la zona urbana vaya torpeza, el río está a un paso y hasta se ve por los balcones el monte. Cuando crezcan sus ramas y ensanchen los troncos invadirán el tejado de Obras Públicas, dificultarán los aparcamientos innecesariamente y ensombrecerán una calle ya de por sí poco lustrosa.
En fin, que ni en lo grande y ni en lo pequeño estamos concentrados en hacer bien las cosas. Volvemos a los tiempos de Detrás de mí el diluvio y quien venga detrás que arree.