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La Ventana de León
Opinión

Julio

León

Cuando escuchen estas aleluyas, un servidor estará disfrutando de la compañía y la palabra de Julio Llamazares. Será en el Club de Lectura del instituto Juan del Enzina, un humilde asamblea de lectores, donde profesores y alumnos comparten el regalo de la literatura sin más norma que el respeto a la opinión ajena y la diversidad en el paladar de los lectores. La mayoría de ellos son jóvenes que se inician en el vicio de la lectura, letraheridos adolescentes que encuentran en los libros un espejo donde mirarse, un cofre lleno de regalos impagables que les sirven de brújula en la compleja travesía que es esa etapa de su vida.

Hoy el regalo se llama Julio llamazares y su última novela, Vagalume. Una obra rica y compleja, que, bajo el disfraz de una novela negra, convoca algunas cuestiones eternas: La vida secreta que todos escondemos, el vínculo entre la literatura y el periodismo, la memoria histórica o la condena de tantas tierras, como la nuestra, condenadas al olvido y a la agonía.

Su visita es un lujo gozoso porque desde la aparición fulgurante de Luna lobos en el 1983 , y sobre todo de La lluvia amarilla en 1988, el de Vegamián se ha convertido en una referencia ineludible de la narrativa hispánica, un manantial fecundo que ha dejado una nómina notable de títulos en nuestra literatura que tocan los palos más diversos con idéntica fortuna.

Pero la dicha de contar hoy con Julio es doble, no sólo por su maestría literaria, sino porque la presencia de León en su literatura, la denuncia del abandono que sufre, que sufrimos, desde los lejanos despachos que nos desgobiernan y el compromiso ético que está en la raíz de su obra, hacen que Julio sea desde hace mucho uno de los nuestros.