Puente

León

Ríos de tinta han corrido sobre el feliz acceso a los altares ministeriales de Oscar. La faena de aliño en la feijoniana sesión de investidura ha sido pagada con generosidad de nuevo rico por el jefe Sánchez.

Y , seguramente, junto con la capital pucelana , ha sido aquí, en el viejo reino donde más juego ha dado a plumillas y sabios tertulianos. No es extraño dada la particular fijación que mostró el antiguo regidor mesetario con nuestras miserias y necesidades. Cabe que incluso algún apóstol freudiano la calificara de patológica cuando pregonaba la necesidad de concentrar las inversiones de la comunidad en las riberas del Pisuerga. Pero no es uno amigo de descalificaciones gratuitas ni de intrusismo profesional a la hora de robarles las competencias a los terapeutas de guardia.

Más plausible es creer que, a la vista de sus fantásticos piscinazos verbales en apenas 48 horas, el citado sí sufra algún tipo de trastorno logorreico y una ligerísima megalomanía, tal que aquel al que los micros y las cámaras de TV ponen más palote que a un Roco Siffredi castellano.

La apuesta por el trazado ferroviario hacia el Noroeste ibérico desde la U de Olmedo hacen presagiar un mandato preñado de bondades e infraestructuras, un maná sin fin para la colonia legionaria. Cuando la política discute hasta la geografía es tiempo de grandes prodigios . El besamanos de Cendón en la primera audiencia es la prueba del algodón de que de esa teta no saldrá ni una gota de leche para nuestras famélicas bocas. Podría inferirse que alguien apellidado Puente está predestinado a ser Ministro de Transportes, pero , si yo fuera el inmortal Sánchez, ataría en corto la correa del locuaz, no vaya a ser que la legislatura se venga abajo más rápido que un viaducto en Piedrafita.