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Así era Valladolid cuando votamos la Constitución de 1978

Con la ayuda de los fondos del Archivo Municipal de Valladolid repasamos algunos asuntos que fueron noticia hace 45 años

Crecida del Pisuerga que tapona los ojos del Puente Mayor

Crecida del Pisuerga que tapona los ojos del Puente Mayor

Valladolid

Empezó fuertecito 1978. Con una crecida del Pisuerga, nada menos. Ese año, que habría de marcar la historia reciente de España, arrancó con un pequeño susto para los vecinos de Valladolid que veían como, otra vez, su río decidía saltarse el cauce e invadir el paseo bajo de las Moreras. En la fotogalería que acompaña a este reportaje, pueden comprobar el nivel que alcanzó el agua y también algunos elementos que, en aquel momento, formaban parte de la ciudad y que ahora sólo existen en el recuerdo y en las fotografías que custodia el Archivo Municipal. Entre esos elementos, en esas instantáneas del Pisuerga enfurecido es posible atisbar el acceso a la piscina Samoa situada cerca de la playa fluvial.

Fue, también, un año de manifestaciones, de protestas en la calle. El dictador llevaba apenas tres años muerto. Tres años de una gran intensidad social y política en un país que estaba intentando asentar la democracia recuperada tras 40 años aciagos. Ya se habían celebrado las primeras elecciones generales, pero faltaba todavía que se diera luz verde a las reglas básicas que iban a regular la convivencia entre españoles. Eso iba a suceder en diciembre de 1978,. Pero había mucho que reivindicar, y la posibilidad de hacerlo, como atestiguan las diferentes protestas que hemos recogido.

Algunas, de gran calado, como la que reclamaba la autonomía de lo que después ha sido Castilla y León. Un proceso que también tuvo lo suyo. Otras que ahora ya son habituales, como la del 1 de mayo. Fue la primera "legalizada". Y 20.000 personas desfilaron por el centro de la ciudad. También colectivos sociales, como lo que hoy conocemos como personas con discapacidad, o con capacidades diferentes, pero que a finales de los 70 del siglo pasado eran "minusválidos", a secas, como reza en la pancarta que ellos mismos portan y que encabeza una movilización en la que pedían, entre otras cuestiones, acceso a la educación.

Movilizaciones sociales y también vecinales. Como la de los vecinos de La Rondilla que reclamaban la dimisión del alcalde ante la tramitación del plan parcial para este barrio vallisoletano. O la que llevaron a cabo en Las Delicias, en la superficie que hoy en día es para el Parque de la Paz y que entonces era uno de los muchos solares dispersos por la malla urbana. No consta, en este caso, el motivo de la protesta. También alzaron su voz los residentes en otro punto de la capital que, a partir de las fotografías se puede ubicar en Huerta del Rey, o Arturo Eyries, con los residentes de varios bloques encerrados en sus casas, contando a la prensa las razones que les han llevado a adoptar tal decisión.

Un icono de la lucha comunera

Así consideran muchos a la celebración del día de Villalar en 1978. El 23 de abril reunió -según las crónicas- a 200.000 personas. Aunque, antes desde 1975, ya habíamos tenido movimiento en la localidad, con dura represión de las fuerzas de seguridad incluidas. Aquel año, como atestiguan las fotografías, la presencia fue masiva. Formar parte de la celebración, en plena Transición, era la mejor puesta en escena de la lucha contra la autonomía y por las libertades políticas. No hay que perder de vista lo que ya había pasado en 1977 y primeros de 1978: en febrero de 1977 el Gobierno de Adolfo Suárez había creado el Consejo General de Cataluña. En septiembre fue repuesta la Generalitat; además, en junio fueron restauradas las Juntas Generales y las Diputaciones Forales de Guipúzcoa y Vizcaya, al tiempo que se regulaba la nueva organización de la Junta General de Álava, y en enero de 1978 apareció formalmente el Consejo General del País Vasco.

Como para perderse la fiesta. La cola de automóviles, los vehículos estacionados en las cunetas dan una pista de lo que se vivió aquel día. Más allá de que esa cifra de asistencia se ajustara con precisión a la realidad, los 20.000 ciudadanos que marcan el tope de las ediciones más recientes, palidecen frente a aquel épico 23 de abril.

Robos, patatas quemadas y una SEMINCI revuelta

Sí. 1978 fue un no parar. Hay algunas noticias que se podían repetir perfectamente casi medio siglo después. Como la de los agricultores quemando patatas en protesta por los bajos precios que recibían. Eso sigue, más o menos, igual. Sin dejar el sector primario, otra estampa que se ha sostenido con el paso de las décadas: la de la entrega en las instalaciones de ACOR de la remolacha recolectada por los socios de la cooperativa. Eso sí, ni la fábrica está en el mismo sitio, ni los camiones tienen una velocidad máxima de 20 por hora como certifican las pegatinas adheridas a su parte trasera.

La crónica de sucesos, incluyó, entre otras, la noticia del robo a la Joyería Migort, de cuya ubicación precisa no hay más constancia que la foto que incluimos y en la que numerosos vallisoletanos intentan atisbar algo en el interior del local. En el atraco hubo sangre y dos delincuentes buscados por la policía. Lo de asaltar estos establecimientos era tendencia en las postrimerías de la década.

Por haber lío, lo hubo hasta en la SEMINCI. Que se celebró con todavía más frío del que es habitual, entre el 25 de noviembre al 2 de diciembre. Ganó la Espiga de Oro '¿Por qué no?', película franesa de Coline Serreu. La Espiga de plata fue para 'Blue collar', de Paul Shrader. Hubo un ciclo dedicado al cine japonés y otro al hindú. Y el cartel que anunciaba el festival tenía como elemento central una manzana mordida. Antes de que el símbolo se hiciera famoso en teléfonos móviles, tabletas y otros dispositivos electrónicos. Quizá Steve Jobs nos deba algo. Y nosotros, sin saberlo.

Nuestro festival, arrinconado ya lo del cine religioso y de valores, tenía detractores. Y lo expresaban con pintadas sobre la cartelería oficial. Del contenido que recopila el Archivo Municipal hemos recuperado una imagen del interior de la Casa Consistorial que se define como "revuelo en el Ayuntamiento". Aparece en ese tumulto Fernando Lara, director durante muchos años de nuestra Semana de Cine. ¿Motivo del revuelo? No consta en las crónicas oficiales.

Feria, fiestas y fútbol

En 1978 eran San Mateo el que marcaba en el calendario las fiestas de la ciudad. Y en su programación, cómo no, la Feria de Muestras. Nada que ver con la que ha llegado hasta nuestros días. Pero, entonces, claro, ni Internet existía, ni las ferias de este tipo habían llegado a su punto de saturación. Así que las novedades comerciales de todos los sectores se vivían en directo. Tocando. Y eso valía para la maquinaria agrícola, las botellas de whisky o los muebles. Todo lo que sucedía en el recinto que dentro de un par de meses acogerá la gala de los Premios Goya era objeto de atención. Como el aterrizaje de un helicóptero. O la elección de 'Miss Stand'. Esto último no se echa de menos, dicho sea de paso, a diferencia de ese pabellón entero que tenía Santander o del que una conocida marca de galletas ocupaba cada año inundando el espacio de un aroma inconfundible.

Fiestas, por lo tanto, a mediados de septiembre. Aunque eso no impidió la celebración de un concurso de castillos de arena en nuestra playa. Una propuesta que ha caído en desuso aunque la mudanza que trajo la Virgen de San Lorenzo facilite la reunión en la arena junto al río. Quién sabe. A lo mejor en los próximos años el programa de fiesta incluye palas y rastrillos. Puede que también fuera por aquel mes cuando el televisivo Joe Rigoli se pasó por un teatro de la ciudad.

Si hablamos de pasarlo bien, no puede faltar el fútbol. La plantilla del Real Valladolid, que disputaba sus partidos en el José Zorrilla ubicado en el paseo del mismo nombre, contaba con Pachín como entrenador. Y en su alineación destacaba Gaíl, Antonio Santos o Rusky. Del escudo en la camiseta, mejor no hablamos. El Trofeo Ciudad de Valladolid, su séptima edición, se fue a Barcelona, por cierto. Lo ganó el Español, en la tanda de penaltis, después del empate a uno con el equipo local en el tiempo reglamentario y la prórroga.

Cualquier tiempo pasado no fue mejor

Fuera la nostalgia. Que es un refugio cómodo pero al que nuestra memoria le añade ornamentos que no le corresponden. Y si no, que se lo pregunten a los vecinos de Valdenebro de los Valles, con calles que eran un auténtico barrizal, impracticable por las rodaduras de los tractores sobre un terreno sin asfaltar. En 1978, el Hospital Clínico estaba también en obras. Pero las de su construcción, con los últimos remates en el entorno del que era el segundo centro sanitario de la ciudad.

Nadie añora -esperamos- convivir con el terrorismo de ETA. Aquel año una de sus víctimas fue el director de Instituciones Penitenciarias, Jesús Miguel Haddad Blanco, que fue enterrado en Villaba de Adaja. Tenía 39 años. En la capital el Poblado de la Esperanza todavía no se había convertido, aunque le faltaba poco, en el 'supermercado' de la droga para buena parte del noroeste del país.

Y qué decir de poder pasear por una calle Santiago sin coches. Y sin terrazas como la que se puede ver en su tramo más cercano a la Plaza Mayor. Coches también en la calle de los Tintes. Y más coches aparcados en la parcela que ahora ocupa el Museo Patio Herreriano, a pocos metros de una bastante defenestrada Iglesia de San Agustín, sede hoy del Archivo Municipal del que hemos recogido las imágenes con las que hemos viajado por 1978.

Mario Alejandre

Mario Alejandre

Cuenta lo que pasa en Valladolid y en Castilla y León desde que se incorporó a la SER, en el verano...

 
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