Pisa
Juan Miguel Alonso
León
Aunque cabe la tentación de sacar pecho como el torero orgulloso de la faena o el adolescente vanidoso que se regodea en un selfi molón, lo cierto es que cualquier docente con los ojos abiertos en esta comunidad se habrá frotado los ojos al ver los resultados de las pruebas PISA publicados hace unos días.
PISA mide tres competencias: la lectora , la matemática y la científica, lo hace el sobre el 7 % del alumnado, y los ítems los ponen señores que no han pisado el aula en su vida.
Si usted pregunta por cómo y quién seleccionas las pruebas, por cómo y quién elige los grupos a los que se pasa la prueba, si pide los datos brutos de las mismas, se encontrará un silencio espeso que no invita a la confianza.
Si a eso le unimos que el informa PISA lo organiza la OCDE , una organización neoliberal que explicita su deseo de intervenir en las políticas educativas de los estados miembros la claridad ilumina el cielo estadístico.
La alegría del gran Mañueco por esta excelencia educativa , incluida carta a los docentes con el agradecimiento no impide que seamos los segundos peor pagados del país, nique disfrutemos de más de un 30 % de interinidad en secundaria. En Castilla y León se salva la Escuela Rural, donde la Junta ha hecho la única apuesta por lo rural que se le conoce manteniendo escuelas donde otras CCAA, pero los centros se caen a trozos y la inversión, salvo el bienio del COVID, ha sufrido recortes sistemáticos desde la crisis de 2008. Un loncheado fino pero permanente que solo en la provincia de León supone un millar de profesores desde el 2006 al 2018. El resultado es una caída de la exigencia, del trabajo, del respeto a los docentes y de la educación como pilar de la igualdad social. La nueva ley, la LOMLOE, también ha ayudado lo suyo. Al César lo que es del César.
El informe constata lo que ya sabíamos, que los ricos son más listos que los pobres, que los inmigrantes menos que los nativos, y que la tauromaquia y el evangelio ayudan a una formación espiritual plena.
Da gusto escuchar ese coro melifluo endulzándonos las orejas, pero lo cierto es que en estos casos uno siempre recuerda la frase del gran Marx, Groucho quiero decir: ¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?
