Una plaza fija, un reto para personas con discapacidad intelectual en la España vaciada
Sara García que tiene 31 años y una discapacidad intelectual y después de cinco años estudiando ha aprobado las oposiciones de la Administración General del Estado y ha conseguido una plaza de conserje ordenanza en la Subdelegación de Defensa de Palencia.
Palencia
Opositar para conseguir un trabajo fijo nunca es tarea sencilla, pero puede convertirse casi en misión imposible si se tiene una discapacidad intelectual y se vive en la España vaciada. La principal razón es que se convocan pocas plazas en general, pero las oportunidades se cuentan con los dedos de una mano si se vive en una provincia pequeña.
Lo sabe bien Sara García que tiene 31 años y una discapacidad intelectual y después de cinco años estudiando ha aprobado las oposiciones de la Administración General del Estado y ha conseguido una plaza de conserje ordenanza en la Subdelegación de Defensa de Palencia.
Era su sueño. “Siempre he querido trabajar para el Estado y tener un puesto fijo para toda la vida”, afirma Sara García en una entrevista a la Agencia EFE. Para ella era muy importante acceder a “un trabajo seguro” que le diera tranquilidad y autonomía y le permitiera trazar un proyecto de vida.
“No quería estar pendiente de pensar en que se te acaba el contrato y tienes que ponerte otra vez a buscar trabajo”, asegura.
Opositar con una discapacidad intelectual en la España vaciada
Pero las oportunidades no eran muchas porque además de tener una discapacidad intelectual, Sara vive en una provincia de la denominada España vaciada.
En general se convocan muy pocas plazas para personas con discapacidad intelectual. Desde 2012, año en que se celebró la primera convocatoria específica para personas con discapacidad intelectual, solo se han ofertado 711 plazas para la Administración General del Estado, pese a que se han presentado a los exámenes más de 13.000 aspirantes.
“Por eso es tan complicado acceder a una plaza de estas características”, asegura a EFE Laura Carrasco, que coordina la formación para el empleo de las personas con discapacidad intelectual en la Fundación San Cebrián de Palencia.
Pero aún es más complicado acceder a una plaza pública estatal en provincias pequeñas como Palencia, donde en 2022 solo se convocó una plaza y en 2023 no ha salido ninguna.
“Se convocan muy pocas, una o dos, o ninguna, y no todos los años”, afirma Laura Carrasco. De hecho, en 2022 solo había una plaza para la Subdelegación de Defensa, frente a las 90 de Madrid o las 50 de Barcelona. Y en 2023 ninguna porque en provincias como Palencia hay menos organismos estatales.
Esto obliga a las personas que opositan en provincias pequeñas a darlo todo para conseguir una plaza. “Hay que sacar un diez, sí o sí”, señala la coordinadora del programa. “Cosa que no sucede en Madrid o Barcelona donde muchos opositores pasan con un 6 y hay personas que han sacado más nota en Palencia que otras en Madrid pero se han quedado sin plaza”, continúa.
Por ese mismo motivo, en la última convocatoria, la de 2022, de las cinco personas que aprobaron en Palencia, cuatro se han quedado sin plaza porque solo había una.
Una desventaja importante para las personas con discapacidad intelectual que se ven más limitadas a la hora de poder presentarse en otras provincias ya que generalmente necesitan los apoyos de sus familias y de su entorno para desenvolverse.
No todo el mundo vale para una oposición
A la Fundación San Cebrián, que lleva más de 40 años trabajando con personas con discapacidad intelectual y sus familias, llegan muchas personas “perdidas”, que quieren trabajar pero no saben muy bien qué hacer, explica Laura Carrasco.
De ahí la importancia de los itinerarios de formación para el empleo que ofrece esta Fundación. “Nosotros les hacemos una serie de entrevistas y les vamos enfocando hacia la salida laboral más adecuada, les damos las herramientas para orientar su futuro profesional”, asegura.
Primero hay que ver las capacidades y los gustos de cada persona. Y lo que dice la familia. Y después se les orienta para el oficio o la formación que les permita insertarse en el mercado laboral. Aquí es donde encaja el empleo público, aunque, como señala la formadora, hay que ser consciente de que “no todo el mundo se puede preparar una oposición”.
Sara García se apuntó al programa de Itinerarios personalizados de inserción sociolaboral de la Fundación San Cebrián porque tenía muy clara su meta: quería trabajar para el Estado. Y con la ayuda de Daniel Sancho, su profesor y de la coordinadora de la formación, Laura Carrasco, lo ha conseguido.
“Dani me ha ayudado mucho, con los ejemplos que ponía en la pizarra, con juegos relacionados con los temas que hemos dado, los esquemas de cada tema, los repasos, las preguntas tipo test”, enumera Sara. “Sobre todo con lo de la Administración General del Estado que es un tema de los que suele costar a la mayoría de la gente”, añade esta joven.
Los exámenes de estas oposiciones son tipo test y caen preguntas de todos los temas. “Yo iba muy segura, me lo sabía todo”, reconoce Sara. “Había trabajado mucho”, replica el profesor. “Me cayeron preguntas de todos los temas, muchas de paquetería, te preguntaban lo que es una carta certificada, si va primero lo urgente o lo importante y siempre hay que entregar primero lo urgente”, continua Sara.
Tanto su profesor como la coordinadora de los cursos sabían que lo conseguiría, porque iba muy bien preparada al examen, aseguran a EFE.
“Cuando llega el momento de la oposición hay gente que va más preparada y otros que se tiran a la piscina sin agua”, señala Sancho. “Y Sara se tiró al agua sabiendo nadar”, continúa el profesor sin restar mérito a la decena de compañeros que como ella lo intentaron, pero sin el mismo éxito.
Sara sacó un 10 en el examen, así que tenía mucho camino ganado, pero para que la plaza fuera suya había que sumar la experiencia laboral y académica. Algo que finalmente ha inclinado la balanza a su favor y que le ha valido un trabajo fijo en la Subdelegación de Defensa de Palencia.
Un futuro laboral y autonomía personal
Ella sabía que tarde o temprano iba a conseguirlo, que era cuestión de tiempo. “Lo tenía claro desde siempre. Sabía que tarde o temprano lo iba a conseguir, aunque me costara”, afirma. Por eso no ha dudado un solo día, ni ha desfallecido en el intento, y por eso anima a otras personas con discapacidad intelectual a intentarlo.
“Que no se rindan, que aunque nos cueste, y a veces te de el bajón, hay que ser fuertes y todos tenemos capacidad”, sostiene. Asegura que está deseando tomar posesión de su puesto en la Subdelegación de Defensa y empezar a trabajar, aunque todavía no sabe cuando se incorporará y lo que tendrá que hacer. “No sé, coger el teléfono, llevar el correo, supongo”, enumera, sabiendo que durante las primeras semanas contará con el apoyo de la Fundación si se siente un poco perdida.
También reconoce que el trabajo le da “un poco de respeto” por eso de los uniformes. “He pasado por ahí algunas veces pero no me he atrevido a entrar. He visto que está todo vigilado y con cámaras”, señala.
Pero lo importante es lo que viene después. “Quiero dejarlo todo atado y una vez que empiece a trabajar, ahorrar y más adelante ir a vivir yo sola o con mi pareja, tener mi propia independencia y saber gestionarme”, explica.