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La Junta tarda casi cuatro años en iniciar el expediente para declarar el Puente Colgante de Valladolid como Bien de Interés Cultural

Lo solicitó el Ayuntamiento, promovido por el concejal de Urbanismo, Manuel Saravia, en 2019

Vista del Puente Colgante, en Valladolid / Google Street View

Valladolid

Una resolución de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte que publica este jueves el Boletín Oficial de Castilla y León pone en marca el procedimiento administrativo para declarar al Puente Colgante de Valladolid como Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento. Una decisión que, de salir adelante, tendrá consecuencias a la hora de actuar en su entorno, por ejemplo, ya que se refuerza la protección de este elemento que forma parte del paisaje urbano de la capital vallisoletana. La medida está amparada por la Ley 12/2002, de 11 de julio, de Patrimonio Cultural de Castilla y León, que establece que los bienes inmuebles serán declarados de interés cultural en función de las siguientes categorías: monumento, jardín histórico, conjunto histórico, sitio histórico, zona arqueológica, conjunto etnológico y vía histórica.

En concreto, la normativa detalla que tendrá la consideración de monumento la "construcción u obra producto de actividad humana", de "relevante interés histórico, arquitectónico, arqueológico, artístico, etnológico, científico o técnico", e incluye cualquier instalación que se señale como parte integrante y que, "por sí solos" constituyan una unidad "singular".

El Puente Colgante de Valladolid, también conocido como el Puente de Hierro, constituye, según asegura la resolución, un "hito" en la arquitectura de hierro en España, por ser el primer puente construido en España y el cuarto de Europa con el sistema de arco atirantado conocido como 'Bow-String' y uno de los elementos urbanos históricos más característicos e identificadores de la ciudad de Valladolid. En consecuencia, la Junta propone la declaración del Puente Colgante dlid como Bien de Interés Cultural con categoría de monumento, por resultar la "más adecuada" para su protección..

El procedimiento de declaración de Bien de Interés Cultural requiere de la previa incoación y tramitación del expediente administrativo por la Consejería competente en materia de cultura. Y también se establece que todas las obras que se realicen en el área afectada por la declaración no podrán llevarse a cabo sin la "aprobación previa del proyecto correspondiente por la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural", o si es el caso, por la Dirección General competente en la materia.

También se contempla la posibilidad de que durante la tramitación del procedimiento se demuestre que el bien no reúne de forma singular y relevante las características que fija la regulación pero que, en cualquier caso, merezca una especial consideración por su notable valor cultural y, por lo tanto, ser susceptible de su inclusión en el Inventario de Bienes del Patrimonio Cultural de Castilla y León.

Historia de un emblema de la ciudad

El Puente Colgante de Valladolid, también conocido como el Puente de Hierro, constituye uno de los elementos urbanos históricos más característicos e identificadores de Valladolid, imagen icónica de la relación de la ciudad con el río Pisuerga. Ubicado junto al Monasterio del Prado a las afueras del conjunto histórico de Valladolid, también se le conocía como Puente del Prado. Su construcción se configura como un hito dentro de la arquitectura de hierro en España, por ser el primer puente construido en España y el cuarto de Europa, con el sistema de arco atirantado conocido como Bow-String (arco-cuerda).

El conocido popularmente como Puente Colgante de Valladolid, no es en realidad un puente colgante como tal. Se trata más bien de una estructura en hierro forjado, con sistema de arco atirantado o 'Bow-String', sobre apoyos laterales de fábrica de sillería y pedestales de fundición. Tiene un tablero de 75,70 metros de largo y 7 metros de anchura, con un único vano de 68,70 metros, que en origen presentaba un suelo de madera de pino.

El sistema, diseñado por el ingeniero Isambard K. Brunel, fue presentado en la Exposición Universal de París, como lo más avanzado de la ingeniería inglesa. Se trata de un sistema estructural resistente y económico, también conocido como de viga parabólica o arco-tirante. Del par de arcos arriostrados entre sí por una serie de vigas de celosía, cuelgan montantes que sustentan el entramado metálico del tablero. Normalmente a ambos lados se adosan pasos en voladizo para peatones que, en origen, tenían un pavimento de madera que se fue sustituyendo por planchas metálicas por motivos de conservación.

La primera aplicación en España de este sistema tuvo lugar en Valladolid en 1865, con el Puente Colgante y, aunque el sistema no tuvo en principio mucha aceptación, se fue popularizando en los primeros años del siglo XX entre los carreteros, ya que competía en economía con los de viga a partir de los 40 metros de luz. La gestación del Puente Colgante de Valladolid, segundo paso sobre el Pisuerga tras el Puente Mayor, comienza a finales de los siglos XVIII y XIX, en el contexto de la incipiente industrialización del país y la articulación de un sistema de comunicaciones moderno, que situaría a Valladolid en la vanguardia tecnológica con la mejora de las comunicaciones y la llegada del ferrocarril.

El proceso de construcción comenzó en 1851 con la elección del enclave para la construcción de un auténtico puente colgante, bajo la dirección del ingeniero Andrés de Mendizábal, apadrinado por la reina Isabel II. Las obras se iniciaron en 1852, pero pronto surgieron dudas sobre la estabilidad de la novedosa estructura colgante, y aunque se presentó un segundo proyecto del mismo autor con el sistema Vergniais, finalmente se optó por la suspensión definitiva en 1854 y la construcción de un puente de arco atirantado.

Aunque no existe constancia documental, la autoría del nuevo proyecto se atribuye a una de las figuras más importantes en el desarrollo de la ingeniería en España, Lucio del Valle. Las características de este tipo de puentes permiten la elaboración y montaje de las piezas fuera de su ubicación final. En este caso, la fabricación en hierro forjado y fundido se llevó a cabo en Inglaterra, por John Henderson Porter, en los talleres de Ebro Works en Tividale, cerca de Birmingham, según consta en dos inscripciones conservadas en el Puente.

Las piezas, elaboradas en los talleres ingleses y enviadas a España a través de los puertos de Santander y Bilbao, llegaron a Valladolid en abril de 1864; su colocación, ajuste y roblonado duró siete meses bajo la vigilancia facultativa de los ingenieros Carlos Campuzano y Antonio Borregón, que aprovecharon los estribos ya ejecutados y sin necesidad de utilizar grandes medios ni un elevado número de operarios para la puesta en obra.

Una vez montado en la orilla derecha del río junto al Monasterio del Prado, se construyeron tres caballetes provisionales de madera a través de los cuales deslizarían el la estructura hasta su posición definitiva. En abril de 1864 se realizó la prueba de carga que resulto todo un éxito. La inauguración tuvo lugar el 20 de abril de 1865. En su construcción se mantuvieron las dimensiones iniciales de anchura del tablero y longitud total, con un peso 400 toneladas mayor al inicialmente previsto, y con un presupuesto de 991.000 reales, bastante más bajo que el inicial.

Desde ese momento y hasta la actualidad, el Puente Colgante ha conservado su uso, si bien ha sufrido numerosos trabajos de mantenimiento y reparación que han permitido el tránsito rodado hasta nuestros días, sin perder su diseño original y sus valores simbólicos y estéticos, que lo han convertido en símbolo inequívoco de la ciudad de Valladolid.

Por todo ello, concluye el Anexo que se adjunta con la resolución a modo de memoria justificativa, estamos ante un elemento patrimonial único, relevante ejemplo del avance tecnológico de una época, hito en el contexto de la arquitectura de hierro en España al ser el primer puente construido en nuestro país y el cuarto en Europa con el sistema arco-tirante, abriendo de este modo el camino a la implantación de esta tipología en el resto del territorio nacional.

En definitiva, en el Puente Colgante de Valladolid confluyen un conjunto de valores históricos, técnicos e inmateriales singulares y excepcionales que lo convierten en un bien único en el patrimonio cultural de Castilla y León, que ha sobrevivido hasta nuestros días en buen estado de conservación.

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Mario Alejandre

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Cuenta lo que pasa en Valladolid y en Castilla y León desde que se incorporó a la SER, en el verano...

 
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