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La firma de María González

La firma de María Gonzáles "Focos"

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Aranda de Duero

El mapa meteorológico nos advierte de las temperaturas a las que nos enfrentamos diariamente, con semanas que obedecen a la estación en la que se recogen y otras que nos recuerdan que existen meses de distinta naturaleza climática. Como un adelanto de lo que vendrá, prometiendo nuevos presentes, más cercanos que la palabra futuro.

Esta semana el hombre del tiempo, encargado de revelar como un adivino lo que esconden las próximas jornadas, ha ofrecido una tregua con el invierno. Serán 18 grados y un Sol tan potente como el que Machado describió como el de la infancia, los que envuelven la vida en una corta primavera de degustación.

Aunque al principio del día una espesa niebla baja a las ciudades castellanas colmándolas de su espesor y ahumando cada rincón, como si no hubiésemos despertado de la noche y un velo de nubes continuase arropándonos, caducan con el reloj a mitad de mañana, desapareciendo arrastradas con el sueño.

El Sol se impone rodando por el cielo con las estelas de los aviones como único obstáculo, durando su trayectoria hasta que finaliza su jornada. A diferencia del amanecer, el atardecer colorea todo bajo una luz cálida que nos abriga hasta reencontrarnos a la mañana siguiente con el astro.

No obstante, a pesar de que nuestros días parezcan independientes de lo que el tiempo atmosférico dicte, elaborados por nosotros mismos y la actitud con la que los enfrentemos, hay ciertas conductas que se guían por este, aunque no lo creamos.

Científicos de la universidad de Pekín elaboraron un estudio sobre cómo el clima afectaba a las personas, determinando que las zonas con temperaturas más cálidas hacían que sus individuos fuesen más extrovertidos, abiertos a los desafíos y estables mentalmente en comparación con los del opuesto.

Islandia es el país que por su posición geográfica divide su calendario con seis meses de total oscuridad y la otra mitad sin noches. Esto afecta a sus habitantes en gran medida cuando se trata de la temporada con ausencia de luz solar.

Sin embargo, no tenemos que irnos tan lejos lo observamos regresando al territorio nacional. El cambio al horario veraniego el último domingo de marzo, restableciendo la puesta de sol una hora más tarde para ganar más tiempo de luz, nos dota de una dosis extra de felicidad.

Es por ello por lo que la luz incide más de lo que pensamos en nuestras vidas. Colorea nuestros espacios con mayor saturación, nos aporta más positividad y nos acerca a planes que nos invitan al exterior, viviendo más intensamente y aprovechando los días de otra manera.

Cabe destacar que también el tipo de luz del que nos rodeemos en interiores, cálida o fría, incidirá en la forma de ver las cosas, actuando en ocasiones como el mecanismo que regula las lentes de la cámara de nuestros ojos.

No tenemos el poder para cambiar el tiempo, ni decidir las condiciones meteorológicas de nuestras semanas, pero sí podemos enfocarnos en los pequeños detalles que nos hagan sentir más dichosos. Acudiendo a ver el atardecer, ya sean segundos desde nuestra ventana o una puesta de sol completa, agradeciendo el momento de confort en casa bañado por una luz cálida de una lámpara, los neones de los bares un sábado por la noche o los rayos del astro acariciando nuestra piel en una terraza, entre otros momentos, pueden ser de gran valor si sabemos como apreciarlos y les damos su espacio.

La luz nos permite ver el mundo, pero somos nosotros los que decidimos cómo mirarlo enfocándonos en aprovechar los instantes de la forma que prefiramos.

 
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