Lo que pasa en Fitur se queda en Fitur
La Firma de Borja Barba
Lo que pasa en Fitur se queda en Fitur
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Palencia
Se clausuró la intensa semana de FITUR, la Feria Internacional de Turismo que cada mes de enero acoge las propuestas de cientos de destinos turísticos, todos ellos supuestamente únicos, en un gran zoco del turisteo con un desparrame de stands dispuestos a ofrecer al visitante la mejor de las experiencias. Porque no olviden que vender algo tan intangible como una experiencia, del mismo modo que buscar sensaciones en un menú degustación de cuatrocientos euros, es la mejor manera posible de vender humo sin que se note demasiado. Es FITUR uno de esos sitios en los que hay que estar, para que nadie pueda echarte en cara que no has estado, y en los que tan importante es ver como dejarse ver.
En un desmesurado batiburrillo de estímulos en el que no hay cerebro humano que consiga pasar a limpio la sobreinformación recibida, FITUR queda marcado para el gran público, ese que solo puede visitar IFEMA durante el fin de semana y cuando ya se han hecho todas las fotos que había que hacer, como un homérico parque de bolas para adultos. Un cuestionable lugar en el que parece ser más importante el continente que el contenido. Un derroche efectista en el que, no en vano, se premia cada año a los stands más lujosos y más impactantes. Que no es plan de recibir a las visitas en pijama y zapatillas y con los platos de la cena sin fregar.
En Palencia tenemos motivos para tratar de posicionar nuestros variados recursos turísticos, tanto naturales como monumentales, en lo más alto del panorama nacional. La provincia comienza a aparecer ya como un destino apetecible, y asequible, entre la numerosa oferta que dispone el mercado. Y esto, me temo, no es consecuencia de FITUR ni de ningún otro evento similar. Es una de las consecuencias de que la provincia, empezando por sus propios habitantes y valedores, ha empezado a ser consciente de que lo que tiene, interesa.
Esperamos un periodo vacacional en el que Palencia recibirá visitantes como Macondo recibía al gitano Melquíades todos los meses de marzo, con la diferencia de que aquellos vendrán con exigencias propias de una ciudad en lugar de con nuevos ingenios traídos a provincias desde el mundo exterior. Y está feo, esto ya lo hemos hablado antes, eso de entrar al teleclub con los mismos aires que si uno entrase a un garito de los de a veinte euros el copazo. Porque no hay nada más paleto que tratar de imponer las propias costumbres traídas de casa cuando uno sale de vacaciones.
Y en el horizonte quedará FITUR. Siempre FITUR. Con su boato y su revoltijo de folletos, danzas tradicionales y alimentos típicos. Y con sus andanadas de promoción política, siempre con la confianza de que, al fin y al cabo, lo que pasa en FITUR se queda en FITUR