Opinión

Solo el pueblo salva al pueblo

Reflexiones de una agricultora y ganadera de la Ribera del Duero sobre la crítica situación actual del sector y sus implicaciones para toda la sociedad

Campos de cultivo / Radio Aranda

Marta Llorente

La Política Agraria Común (PAC) se creó en Europa en el año 1962 como una representación de unión entre los agricultores y la sociedad, con los objetivos claros de mejorar la producción agrícola para asegurar un suministro estable de alimentos de calidad a precios asequibles y un nivel de vida razonable para los propios agricultores.

Esto se traduce en que los agricultores recibimos un dinero para compensar los bajos precios que nos pagan por nuestros productos para, de esta manera, poder llevar alimentos a precios más asequibles al supermercado. Por lo tanto, somos meros recaudadores de ayudas, los beneficiarios de ellas somos toda la sociedad consumidora. Nuestra protesta es tu cesta.

Esta idea, que surge como una política que garantizaría la soberanía alimentaria de Europa ante posibles adversidades y no tener que depender de países extracomunitarios para poder alimentarnos, se ha visto totalmente prostituida en los últimos años.

Competencia desleal y cláusulas espejo

Los agricultores europeos tenemos la mayor sanidad y control de nuestros productos a nivel mundial. Tenemos reguladas las medicinas de nuestras plantas (productos fitosanitarios), con base científica de la EFSA, para que sean aplicados en sus dosis óptimas y no dañemos el medioambiente. Pero la PAC cada año nos reduce más y más esas materias activas, aunque estén aprobadas científicamente. Esto implica que cada vez tenemos más difícil combatir plagas en nuestros cultivos, pero aun así, nos adaptamos. El problema llega, cuando vemos que cada vez nos cuesta más dinero utilizar estas medicinas y, además, se están importando alimentos de terceros países que sí utilizan los fitosanitarios prohibidos en Europa. Nos encontramos entonces con una competencia desleal, donde el agricultor europeo sólo tiene exigencias y prohibiciones que hacen que los costes de producción se multipliquen y lo que entra de fuera tiene total libertad de producción, con su correspondiente merma de seguridad alimentaria y protección del medio ambiente y libre de aranceles. Por esto, reclamamos las clausulas espejo.

En Europa se nos está limitando la producción, obligándonos a dejar tierras sin cultivar, mientras que tenemos que importar de terceros países. Uno de los principales ejemplos lo encontramos en los cereales. Nuestros cereales los tenemos almacenados, sin vender, porque el precio es tan bajo que no cubrimos costes de producción. Mientras tanto, los puertos están llenos de barcos cargados de cereales de países extracomunitarios en los que se produce con la mitad de costes.

Precios justos para el campo

Europa se ha convertido en un adalid de ecología sin control gracias a estrategias como el Pacto Verde, Green Deal o De la Granja a la Mesa, Farm to Fork, obligándonos a cuidar el medio ambiente o fauna silvestre más que a los propios productores. Los mayores ecologistas somos los agricultores, los que realmente cuidamos el campo día a día. Pero es importante señalar que del campo vivimos todos, los que lo cultivamos y los que comemos todos los días. Sin agricultores no hay comida.

Burocracia estéril

Todas estas medidas de la nueva PAC acarrean una carga excesiva de burocracia estéril que nos resta horas de trabajo real en nuestros campos o con nuestros animales y que lo único que busca es simplificar el trabajo de la propia administración, por ejemplo, con la implantación del cuaderno digital de explotación CUE, cuaderno que ya hacemos desde hace muchos años en formato papel. Hay que tener en cuenta que somos un sector muy envejecido en el que la gente no está familiarizada con el mundo digital y a la que le cuesta mucho formarse en este ámbito. Nos comen los papeles.

Necesitamos agua,

El agua es vida. Urgimos a hacer una política hídrica real y adaptada a cada territorio. Los agricultores no queremos desperdiciar el agua, queremos aprovecharlo al máximo, pero para ello necesitamos medios, medios que sólo puede poner la Administración. Necesitamos que se simplifiquen las normativas, que se reduzcan los costes de producción y que se nos deje trabajar tranquilos.

El campo quiere futuro

No somos criminales del medio ambiente, no somos maltratadores de animales, sólo somos personas que quieren ganarse su pan con su trabajo, a base de esfuerzo y sudor. Queremos que nuestros hijos puedan seguir dedicándose a esta bonita labor de producir comida para alimentar al mundo. Esto es una forma de vida. El campo quiere futuro.

Todos estamos conectados con el campo

Como consecuencia de todo esto, el precio de la cesta de la compra sube imparable mientras que los agricultores nos arruinamos cada día un poco más, pues ni siquiera somos libres de poner el precio justo a nuestros productos. Vemos como el precio de los alimentos se multiplica exponencialmente desde el campo hasta el supermercado. Recordad que nosotros también somos consumidores, también comemos todos los días y también sufrimos esa subida de precios en nuestra cesta de la compra. Somos agricultores y ganaderos que no representamos a ningún partido político ni asociación agraria, sólo nos representamos a nosotros mismos. Luchamos por lo nuestro. Nuestro hartazgo ha llegado a su fin. Salimos a manifestarnos para poner en conocimiento los problemas que estamos sufriendo. Pedimos la comprensión y colaboración ciudadana y del resto de sectores, pues todos estamos conectados con el campo.