Talante, paciencia y más cintura contra ofendidos
La Firma de Guillermo Flores

"Talante, paciencia y más cintura contra ofendidos", la Firma de Guillermo Flores
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Palencia
Estamos en tiempo de “pieles finas”, en el que nos molestan demasiadas cosas y en muchas ocasiones poco importantes, sobre todo porque a menudo hacemos lo mismo que criticamos.
Les pondré un ejemplo de hostelería que me conozco muy bien. ¿Cómo hacen ustedes para llamar a un camarero en la barra o en una terraza? Lo más normal es, “camarero”, “por favor”… pero a veces nos salen otras formas del tipo, “chico”, “campeón”, “jefe”, “oye guapa”, “niño”, “mozo” o ruiditos como el socorrido “chss, chss”, ese ruidito que también empleamos para llamar a nuestras mascotas. Pues bien, he tenido y tengo compañeros que se han ofendido muchísimo cuando un cliente ha reclamado su atención de una de estas maneras hasta el punto que se lo ha recriminado con contundencia y en público y han montado un lío entre ambos innecesario.
Básicamente el camarero le dice que no es un perro para que le llamen así, aunque en la mayoría de las ocasiones no hay ninguna mala intención por parte del cliente, es casi un acto reflejo y muchas veces el cliente lo ha intentado de otras maneras como levantando la mano, sin conseguir ni una mirada. Creo que cuando una persona trabaja de cara al público hay que tener cierto talante o al menos un toque de diplomacia para encarar ciertas cosas que, a unos no nos molestan en absoluto y que sin embargo a otros les ofende y enerva como si les fuera la vida en ello. Otra cosa muy distinta es cuando se dirigen a un camarero sea hombre o mujer, con calificativos como, guapa, preciosa o bombón… e incluso como nos ha ocurrido alguna vez de manera obscena o grosera, esto último intolerable e incluso denunciable.
El caso es que los que más se ofenden y a los que más les molestan estas cosas, acaban haciendo esto mismo de alguna manera aunque no sean conscientes. En este ejemplo que les pongo, ese camarero que se molesta cuando un cliente no le trata con escrupulosa corrección, llama a los señores clientes, “chicos”, les tutea o confraterniza más de la cuenta, con expresiones tan afectivas como, "familia" o "cariño". O como cuando a una persona anciana la tratamos como que fuera un niño. Y a muchos clientes también sé que no les gusta que les traten con tanta confianza. O lo que a veces es peor, cuando el camarero no les mira, no les saluda, no les da las gracias o no les dice adiós.
Clientes que se molestan ante cualquier pequeño error en el servicio de un camarero, pero que luego tratan irrespetuosamente al camarero o que acceden sin consumir ni pedir permiso al aseo de un bar. Y camareros que no toleran el más mínimo detalle despectivo de un cliente pero que luego no ofrecen el trato correcto y amigable que un cliente merece.
Aunque en general somos educados y tolerantes, nos estamos contagiando de tanta piel fina como hay en la sociedad, en las redes sociales y también en la hostelería. Hay que tener mucha más cintura y sobre todo una sonrisa que lo arregla casi todo.
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