Solidaridad real

Aranda de Duero

Esta columna nace de la convocatoria del II Certamen de Relatos Cortos de la Asociación de Vecinos Allendeduero que tenía que empezar con la frase “El aire olía a canela”. Empiezo.

El aire olía a canela o a azúcar tostado. Nunca tuve buen olfato para olores finos. Sí me dio por pensar en el paralelismo que existe entre las fragancias de estos dos alimentos. Parece ser que las canelas son de más nivel culinario que los azúcares. Siempre acabamos clasificando todo: amistad, salud, aire, aguas, hasta los sueños y pensamientos. A veces, a lo largo del día, las ideas canela se van convirtiendo en azúcar refinado de la peor calidad, generando diabetes mental.

No me gusta lo que estoy viviendo. Las descalificaciones, los insultos, las mentiras del pinocho de turno, sea de derechas o de izquierdas, sólo confirman la falta de “canela mental” de nuestras vidas. Y esto es como la gangrena que se va extendiendo por la sociedad, generando desafección no sólo hacia la política.

El pesimismo colectivo (la gangrena citada) impide el desarrollo de una comunidad de vecinos, de la convivencia en una calle o pueblo. Las autonomías se enfrentan, se odian y el Estado se pudre.

Podría quedarme aquí aceptando el hedor que produce esta situación. Me niego y hago una apuesta en forma de relato corto.

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En un pueblo, cerca del nuestro, constataron que contaba con el número de donantes de sangre más alto de su comunidad autónoma en proporción a su número de habitantes. La colaboración, la empatía había ido construyendo una fragancia de generosidad. Superaron todos los mensajes negativos, tóxicos y de manera suave, como una marea de desprendimiento personal, como una música pegadiza melódica, como una entrega dadivosa han permitido que algo tan sencillo y a la vez tan sublime como una donación de sangre, se haya convertido en el distintivo de un pueblo pequeño en número y grande en ideas de cesión, de concesión a los demás.

Esta experiencia de donación nos puede servir para superar esos aires de desafección que pululan por la televisiones, emisoras o periódicos. Salgamos del azúcar blanco y apostemos por la canela de la vida con nuestro compromiso solidario en asociaciones cercanas, vecinales, de padres, de salud, deportivas, sociales… Quizás podamos convertir el odio, la mentira, el insulto en baladas de amor y entrega. Un saludo.