La huerta de los jubilados felices
Se cumplen 20 años del proyecto respaldado por el Ayuntamiento de Valladolid en las instalaciones de INEA
Un estudio analiza el impacto social de los huertos para jubilados de Valladolid
Valladolid
Somos igual que nuestra tierra, suaves como la arcilla, duros del roquedal. Así cantaba Labordeta uno de sus himnos más conocidos. Y los hortelanos y hortelanas que cultivan las parcelas ubicadas en las instalaciones de INEA, situadas en el Camino Viejo de Simancas de Valladolid, saben algo de eso. Por experiencia vital y por lo que les aporta una tarea que, por primera vez, ha sido medida en términos cualitativos. Los cuantitativos serán los siguientes. Para celebrar los 20 años de historia de esta iniciativa, la Universidad Pontificia de Comillas ha elaborado un estudio que ha medido el impacto social de un programa puesto en marcha a principios del siglo XXI para quienes vivieron con intensidad el XX. Pero, ¿cómo se mide la felicidad que genera saber que el trabajo cotidiano se va a traducir en llenar la despensa familiar de productos frescos? Pues esa es una de las variables que se han analizado.
Y los resultados demuestran que tirar de azada, aunque cansado para una espalda veterana, tiene múltiples beneficios que van más allá de las lindes de cada pequeña finca sobre las que, por cierto, hay más expectación cuando se abren las nuevas convocatorias para su concesión que cuando Taylor Swift anuncia un concierto. Y es que incluso a los seguidores de la cantante estadounidense, los nietos y nietas de estos labriegos sin tractor pero con bonobús, pueden verse beneficiados por los efectos positivos de lo que ocupa muchos días a sus abuelos y abuelas.
La dimensión intergeneracional, ha explicado en 'Hoy por Hoy Valladolid' Laura Sierra, responsable del estudio, es también una de las cuestiones que han analizado a través de las entrevistas con los titulares de los huertos y su entorno cercano. Sólo en términos ambientales y de expansión de la agricultura ecológica nos encontramos ante una iniciativa única en nuestro país. A eso hay que sumar que, ante la alternativa de asomarse a una valla para comentar cómo evoluciona la obra más cercana, las horas y horas dedicadas a adecentar, sembrar, cuidar y recolectar despiertan sensaciones de utilidad en la sociedad, benefician la salud e, incluso, favorecen la justicia social y la integración de colectivos desfavorecidos o con otras dificultades ya que, por ejemplo, quienes tienen algún tipo de discapacidad también cuentan con espacios adaptados para que nadie se quede sin conocer a qué sabe un tomate cultivado sin productos químicos, arrancado de la mata y consumido a los pocos minutos, sin cámaras frigoríficas de por medio.
Celebrar el patrón
San Isidro es un día grande en INEA. Hay romería, almuerzo y visita de las autoridades. Y también la bienvenida a quienes se incorporan al proyecto al haber conseguido una de las escasas parcelas que quedan libres. En la actualidad hay 420 huertos ocupados sobre 434 que forman el total. Como quienes hacen del sector primario su modo de vida, aquí también se mira al cielo, a la previsión meteorológica que ofrece la radio o la televisión o, incluso, lo que apuntan las aplicaciones para el teléfono móvil.
El uso de productos químicos está prohibido. Lo que sale de estas tierras situadas al sur de la capital vallisoletana es 100 por cien natural. Ecológico del todo. Cuentan con el respaldo que ofrece formar parte de un centro que forma a los futuros agricultores o a quienes con los conocimientos adquiridos asesorarán a los profesionales del campo.
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Mario Alejandre
Cuenta lo que pasa en Valladolid y en Castilla...