No hay fracaso para el Zunder
La Firma de Borja Barba
"No hay fracaso para el Zunder", la Firma de Borja Barba
Palencia
Conforme se van acumulando años, experiencias y columnas escritas y posteriormente arrojadas a la papelera porque, de haber sido publicadas, no habría campo suficiente para salir corriendo, uno se va dando cuenta de que perder resulta mucho más literario que ganar. De que, por lo que sea, las musas no se encuentran cómodas en la algarabía del éxito. De que hay mucho más trasfondo sobre el que rascar en una derrota que en un triunfo.
Lo normal en esta vida es perder. Perdemos todos los días, a veces incluso sin darnos cuenta de ello. Es un ejercicio con muchas horas de ensayo detrás y que, sin embargo, nos cuesta asumir con naturalidad. Perdemos un mechero. Perdemos un autobús. Perdemos el inicio de una película. Perdemos pelo. Perdemos un amigo. Y también, aunque no con la suficiente frecuencia, perdemos la vergüenza. La vida transcurre mientras vamos aprendiendo a sobrevivir sin las personas y las cosas que vamos dejando por las cunetas de nuestro camino y nos vamos haciendo conscientes de que ganar, en cualquier ámbito de la vida, no es una obligación, sino una excepción y un privilegio. Y ya lo dijo Manu Ginóbili, leyenda del baloncesto argentino: “no conozco a ningún deportista que haya ganado más de lo que perdió”.
Palencia ha vivido este último curso saboreando esta excepción y este privilegio. Por primera vez en la historia, un equipo deportivo de la provincia consiguió colarse entre los mejores del país, después de derribar una puerta a la que llevaba ya varios años llamando con insistencia. Pero ocurrió lo que tenía que ocurrir. Palencia, impresionada por el escenario, se quedó inmóvil como una liebre ante los faros de un coche hasta que la intensa competitividad de la ACB se la llevó por delante. Cuando cualquier esfuerzo por escapar de la certeza de un descenso resultaba ya baldío. Se dice que Napoleón escogía a sus generales exigiéndoles dos condiciones: capacidad y suerte. Por desgracia, Palencia no exhibió ninguna de esas cualidades en este Waterloo con final escrito que fue la Liga ACB.
De la mano del Zunder, Palencia ha paladeado el dulce sabor de lo excepcional. Ha visto el nombre de la ciudad, y de la provincia, enarbolado con indisimulado orgullo deportivo por toda la geografía española, asociándolo de igual a igual a otros equipos de baloncesto que son referencia europea e incluso mundial. Al día siguiente de confirmarse lo inevitable tras la definitiva derrota ante el Baskonia, en algún medio pude leer que Palencia ‘perdía la categoría’. Nada más lejos de la realidad. La categoría de Palencia ha salido reforzada. La andadura del Zunder en la élite ha recuperado algo tan infravalorado en nuestra provincia como el sentimiento de pertenencia. El sentirse parte de un todo común. El orgullo por el olor a café flotando en el ambiente en las tardes lluviosas o por un oso pardo cantábrico con nombre de niño. No olviden nunca, mientras terminan de secarse las lágrimas y se preparan para volver a la casilla de salida, que las derrotas de hoy son la madre de los éxitos del mañana.
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