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Opinión

Salutem plurinam

La columna de Rafa Gallego: Salutem plurinam (17/05/2024)

León

Imagina un vendaval que te levantara, que te sacara del suelo, que te llevase por el tobogán de las ilusiones y de los deseos y te separase unos cuantos pies de la tierra, que te alzase así, utilizando esta medida anglosajona mejor que nuestros metros, y te elevase girando en el ojo del tornado hacia el gran camino de baldosas amarillas.

Imagina un modo de llegar nuevo a los lugares de siempre, imagina esos rostros familiares transformados en los personajes de un cuento. Contempla la posibilidad de aprender que lo mágico se toma de lo cercano y que al final del camino si esperas una enorme fantasía solo encontrarás una espantosa desilusión. El Mago de Oz es un fraude, ya lo sabes desde que te hiciste mayor, aunque entiendes que ese mundo de magia está contigo y lo despiertas cuando eres tú y no lo que se espera de ti, cuando detienes el tiempo y no te dejas arrastrar por él, cuando manejas la cucharilla en el café para extender el sorbo y no para enfriarlo rápido y poderlo beber deprisa.

Imagina que paseas por las calles que están detrás de la catedral, que te dejas ir en ese paseo hasta las calles que desbordan el Húmedo hacia el barrio del Egido, que te detienes en alguna de esas plazoletas, con sus terrazas, que te sientas a una mesa, quizá en el interior de algún bar, pon por ejemplo el Bellas Artes, para cobijarte de ese viento tonto que se ha levantado y que te hace pensar en momentos mejores en los que la terraza será una delicia y observas la manera en que la tarde tranquila se desvanece en las conversaciones de personas que se entienden en idiomas diversos, idiomas que se hablan con el cuerpo y con los gestos, con las palabras también, claro, pero imagina que tú no las oyes porque estás en tu momento de magia y todo te llega como un rumor que se explica solo, que reverbera, un rumor que te permite el don de la clarividencia para comprender todas las conversaciones y las emociones de esa niña que escapa de las manos de su madre y el desencanto de esa muchacha que busca a alguien en las sillas y no lo encuentra.

Imagina que has pensado que hasta podías haber tenido un infarto por todo lo que tienes encima, por todas esas cosas que te agobian y que te sacan de los pelos como esa bruja mala del oeste, que te levanta fuera de ti o que te entierra seis pies bajo tierra. Pero estás desmigando ese pedazo de bizcocho que no termina de gustarte y cuando sales a la calle y pasas junto al comedor social que hay allí al lado ves a todas esas personas que están en la calle esperando la cena y no es que pienses en ellas o en ti, es que comprendes la situación real y pasas junto a la cisterna que hay al lado del aparcamiento de San Pedro y entiendes que todo permanece, como esas marcas de las vigas en las piedras.

Imagina que entras de nuevo en tu vida como don Gay en Luces de Bohemia cuando va a ver a Zaratustra y dicessalutem plurinam para que todos sepan que tu presencia es necesaria.

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