Opinión

Ex libris

La columna de Rafa Gallego: "Ex libris" (24/05/2024)

León

Me encantaba el ex libris de Naná, mi amiga zamorana a quien descubrí en tierras gallegas, pero quizá deba decir que más que el sello mismo, la marca, creo que es el modo en el que su inteligencia se echaba a nadar entre los libros y el cuidado con el que los trataba, si bien es cierto que ella trata todas las cosas —y especialmente a las personas— con ese cuidado igual. Recuerdo vagamente el dibujo, pero no se me escapa la sensación de belleza. Es esa cosa, esa manera de saber que algo es hermoso, a pesar de no tenerlo bien definido en la memoria. ¿No te pasa a ti, que tienes destellos fugaces de personas, paisajes, momentos hermosos que no sabrías describir con exactitud?

Yo nunca he marcado mis libros con un ex libris. En otro tiempo solía escribir la fecha en la que los compraba o en la que llegaban a mis manos a modo de regalo, también los firmaba en señal de propiedad o escribía una frase que me recordarse el momento y la situación en la que lo compraba. Yo que sé, algo así como: Cuesta de Moyano, bajo una tormenta inesperada de una tarde de junio. Hace ya mucho que no lo hago y hasta me parece que con la irrupción del libro electrónico es una costumbre que se perderá, digo yo, y que se hará imposible y eso que, de alguna manera, te diría que es algo que me gusta, no tanto por señalar la propiedad, que no es eso, sino por la manera de singularizar un objeto que es una copia entre miles. Singularizar una entidad entre miles. Generar belleza es, creo yo, la manera exacta de singularizar.

Parece que el sentido de la expresión ex libris, o mejor que sentido —por si leyera esto Naná vamos a diferenciar entre sentido y referencia— el significado literal es “de entre los libros”, no sé si como algo que surge de entre los libros o como el modo de singularizar un libro de entre los libros; aquí ya discutimos sobre la cuestión del uso y sobre el significado de la palabra significado —y ya van dos referencias a la filosofía del lenguaje y no era por ahí por donde yo quería irme—; vamos, que la cuestión de hoy está entre los libros, porque, a estas alturas de la semana tienes que saberlo de sobra, está en Ordoño la Feria del Libro de León y el comentario de hoy tenía que ir de eso, de los libros y, como ha salido la cuestión de la propiedad de los libros, también me apetecía hablar de eso, de la propiedad, de lo propio y de lo apropiado. Fíjate qué bonita aquí la palabra apropiado con dos usos tan dispares: lo apropiado entendido como lo correcto y lo apropiado entendido como eso que no te pertenece y de lo que te apropias, no voy a decir robado, aunque valdría, ¿no? Pues no. Fíjate que si hablamos de libros yo creo que no. Creo que los libros siempre quieren ir con quien los entiende y los necesita, que cuando prestas un libro y no te lo devuelven, no te lo roban, ni siquiera te lo guardan, es que ha buscado otros ojos, otro lugar mejor en el que estar. En esto soy yo muy de Carvalho y, aunque no me atrevo a hacerlo, creo que los libros que más nos gustan son los que especialmente deberíamos quemar, para inmortalizar ese brillo del momento en el que das la vuelta a la última página, cierras la tapa y se te queda entre los dedos esa magia de haber participado de algo excepcional.