Despoblación en campaña electoral
La Firma de Borja Barba
Despoblación en campaña electoral
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Palencia
Leía recientemente a un político de la primerísima plana regional afirmar que “no resultaba razonable ofrecer servicios públicos a municipios de cincuenta habitantes” porque la Administración no podía hacer frente a la inversión que suponía dotar a esas pequeñas poblaciones de los servicios mínimos necesarios para poder desarrollar en ellas una vida con normalidad. Sonaba a advertencia para el futuro. A previsión centralizadora. Esta concepción empresarial de la administración pública, como ente que debe procurar que exista un retorno de sus inversiones para que estas resulten rentables, choca frontalmente con la idea de servicio público, de obligada prestación por parte de la administración competente pese a que pudiera resultar deficitario. No se persigue un beneficio empresarial. Se debe buscar la cobertura efectiva de las necesidades más básicas para el desarrollo social de la población.
Estamos en época de campaña electoral y eso es sinónimo de que sobre la mesa, en el pastel político, volverá a aparecer el asunto de la despoblación y del flujo migratorio campo-ciudad. Otra vez más con el brillante eslogan de la ‘España vaciada’, que reaparece de manera recurrente como ese viejo vaso de Duralex que nunca acaba de romperse. Un asunto que, durante dos semanas, competirá en trascendencia con el Arca de la Alianza, con el condensador de fluzo del Delorean y con los planos de la Estrella de la Muerte. Un maleable comodín mitinero que será borrado del credo político en cuanto ya no sirva para definir un puñado de votos indecisos. La despoblación de la España rural emulsionada con la amnistía catalana. Menudo mejunje intragable. Como en aquella viñeta de Forges en la que un matrimonio no entendía que, habiéndose comprado una televisión último modelo, siguieran saliendo las mismas estupideces de siempre.
Con parques eólicos y centenares de paneles fotovoltaicos ocupando los surcos que deberían ocupar el centeno y la cebada y malgastando esa última bala que para muchos es el turismo rural. Con niños teniendo que emprender azaroso viaje desde la Comarca hasta el Monte del Destino para poder visitar al pediatra. Con microempresas tratando de mantener firme el quebradizo tejido empresarial fuera de las ciudades mientras desde estas se tira de los hilos sueltos para deshilacharlo. Con trabajadores del sector agroalimentario obligados a cambiar el tractor y la azada por el ordenador y el certificado digital, mientras se gestiona con desprecio nuestra soberanía alimentaria. Es que es mejor salir a la calle y observar que ver la televisión o leer la prensa. Qué les voy a contar, si me tengo que subir a una piedra y mantener la respiración haciendo el pino-puente para coger cobertura y poder compartir estas reflexiones con ustedes.