Opinión

Por las risas

La Firma de Borja Barba

"Por las risas", la Firma de Borja Barba

Palencia

Qué tiempos aquellos en los que solo había un tonto en cada pueblo. Resulta que nos tiramos años promocionando a frikis de toda índole y pelaje por las risas. Y ahora nos sorprende que esos mismos frikis chapoteen en la charca del poder como gochos en el lodazal. Y ya no nos da tanta risa.

Alvise Pérez es una de esas apariciones con las que uno no sabe muy bien dónde termina la persona y dónde empieza el personaje. Pero el caso es que mientras tú te levantas cada mañana sufriendo por tu síndrome del impostor y rezando para que nadie descubra que en realidad no tienes ni idea de nada, el tal Alvise, de nombre Luis, se ha convertido en eurodiputado. Y todo ello apoyado en un discurso que es la madre de todos los populismos nacionales, aderezado con bulos, chismes y madrileñas fiestas junto a personajes sacados de cualquiera de las películas de Torrente.

Ahora es tarea de los sesudos politólogos de tertulia televisiva analizar cómo es posible que Se Acabó La Fiesta, con semejante carta de presentación, haya obtenido el voto de más de ochocientos mil españoles. Y casi tres mil en la provincia de Palencia, aquejada de problemas cotidianos lo suficientemente serios como para andar riendo las gracias a cualquier iluminado para el que apenas seremos una anécdota en el mapa de España.

Decir que el tiempo todo lo cura es una manera muy poética de admitir que tenemos memoria de pez y que a duras penas uno recordará mañana esta columna que ahora está escuchando. Como el protagonista de ‘Memento’, aquella película de Christopher Nolan, que tenía que tatuarse sobre su piel todo aquello que iba a necesitar recordar en el futuro, tendremos que tatuarnos todas las estupideces que nos toca vivir a diario para no cometer la torpeza de reincidir en las mismas. Confío en que la misma máxima funcione con estos personajes. Que acaben sepultados en la parte oscura de la memoria, como ese whatsapp que lees y que ‘ya contestarás más tarde’.

Leí en cierta ocasión a Enric González, uno de los mejores columnistas de los que ha disfrutado este país, sostener que España es un montaje lo bastante absurdo como para resultar entretenido en cualquier circunstancia. Y estaba en lo cierto. España es un país de tendencia trágica, que tiende a magnificar lo insignificante y que acostumbra a entremezclar lo dramático con lo grotesco hasta obtener una emulsión disparatada que difícilmente sería entendida más allá de nuestras fronteras. Solo en este escenario pueden entenderse episodios como el de los tres europarlamentarios obtenidos por una agrupación cuya propuesta fundamental se levanta sobre una alocada fantasía alimentada por la vocería de las redes sociales. Como cuando votabas al inadaptado de la clase en las elecciones a delegado de segundo de BUP. Por las risas.