La lección de una maestra que entregó su vida a los niños del pueblo: "Solo ver su cara de satisfacción te colmaba el día"
Tras décadas de enseñanza, Calvo se jubiló, pero sigue recordando con ilusión su etapa formativa en su tierra
Aranda de Duero
Pilar Calvo ha sido -y sigue siendo en el fondo- maestra. Su historia "no cabe en una maleta". Comenzó su periplo docente en Santibáñez de Esgueva, donde se quedó, con 18 años, antes de dar otro paso en la zona de La Bureba. "Sin agua corriente, porque había que recogerlo en la plaza con cubos, pero yo quería vivir mi vida y que nadie me la fiscalizara. Me podía haber quedado en cualquier casa, pero yo quería vivir mi vida", recuerda.
Maestra rural en la Ribera del Duero: "la escuela era mi casa, y en ella, los pequeños aprendían de los mayores"
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"Como la escuela rural no hay nada"
En esa escuela de pueblo, en estos años de los que hablamos -por los 60 y los 70- "yo creo que todavía teníamos enciclopedias y cartillas" además "de dos libritos viejos en un armario; eso era lo más triste de irse a un pueblo pequeño, el poco material que tenías para dar clase y la soledad". Pese a todo, dice alto y claro "que como la escuela rural no hay nada", porque "los pequeños aprenden de los mayores, y aunque hay gente que nunca ha hecho enseñanza rural y lo ven difícil, no lo es, lo difícil es dar clase a 20 o 35 niños de la misma edad, pero de distinta sí, tienes tiempo para todo y los pequeños maduran antes". Pilar se define como "tímida" y quizá por ello apostó por enseñar a los niños, con música clásica, y mucha originalidad. Y no es de extrañar, ya que "la escuela era una prolongación de mi casa".
En cualquier caso, el destino -o eso cree Pilar- le llevó junto a Félix, su marido y novio de toda la vida, a Sotillo. "A mí me mandaban a la zona de Las Merindades. Y Tomasa, mi maestra de toda la vida, tuvo que coger la jubilación anticipada. Su plaza salió vacante. No me impuse y acabé allí", esgrime, aprovechando a dar detalles de su familia, su gente, en esa época en la que los jóvenes se implicaban ampliamente con sus padres.
Una educación dedicada y diferente
En Sotillo pudo "sacar la escuela a la calle". "Les llevaba al campo a ver los animales, a coger musgo en Navidad, que me echó la bronca un inspector", comenta, entre que habla de la agrupación de colegios, que cree "lo mejor que se ha hecho, y que además sigue funcionando, osea que es una buena idea". Y es que "los maestros trabajan en colaboración, nos vemos de vez en cuando, programamos juntos y nos ayudamos, y los niños mientras siguen en sus pueblos". Trabajando tan a gusto, nunca tuvo ganas de irse al medio urbano. "Yo no quería dejar mi pueblo; es más, me jubilé porque mi familia me lo impuso un poco", añade. Lo que no sabía Pilar es que un año después de jubilarse, recibiría a modo de sorpresa un homenaje a modo de agradecimiento de todo su pueblo. Es uno de sus mejores recuerdos, y lo guarda con un cariño indescriptible.
Calvo demuestra en esta charla que la educación es vocación. Que disfrutó cada año. Puso a los niños en el centro de la educación y de la escuela, que es lo que diferencia. "Solo ver la cara de satisfacción a los niños te colmaba el día. Si alguien faltaba, te faltaba algo. Y hoy, estoy feliz por ello", sentencia.
La charla al completo en nuestro viaje de la memoria, junto a Ausencio Frutos y Valentín García, puede reproducirse en el audio superior.
Jorge Alvarado
Periodista. Responsable Digital de la SER en Aranda. Presentador de Hoy por Hoy Peñafiel y El Banquillo...