Sociedad
Iglesia

El Obispo de Palencia asegura en San Antolín: "el orgullo y el narcisismo secan la vida"

En su primera homilía en la fiesta patronal de la capital palentina, Mikel Garciandía Goñi ha recordado que "celebramos en este año, la cuenta atrás de diez años para el milenario de la llegada de las reliquias de San Antolín a nuestra catedral que, Dios mediante, se cumplirá el año 2034"

Mikel Garciandía, obispo de Palencia, oficia su primera eucarístía de San Antolín / Beatriz Álvarez

Palencia

En la que ha sido su primera homilía en el día grande de las Fiestas de Palencia, San Antolín, el Obispo de la diócesis, Mikel Garciandía Goñi, ha incidido en una parábola en la que Jesús nos enseña que "“el que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna”. Habla de aborrecerse en este mundo, es decir, de vencer las tentaciones de convertirse en el centro que exige que todo gire en torno a él. Y hemos de reconocer que esto contrasta de modo muy vivo con nuestro momento social y cultural, que nos empuja a vivir obsesivamente centrados en nosotros mismos, lo nuestro, los nuestros. Jesús no dice que debemos despreciarnos, sino que debemos atajar la obsesión de reducir la vida al individualismo que sólo persigue control y seguridad."

En definitiva, la palabras del obispo llevaban un mensaje claro contra los individualismos: "el orgullo y el narcisismo secan la vida", ha asegurado. También ha habido tiempo para recordar que este año se celebra la cuenta atrás de diez años para el milenario de la llegada de las reliquias de San Antolín a nuestra catedral que se cumplirá en 2024.

Esta es la homilía completa del Obispo de Palencia:

"Bendigo a Dios nuestro Señor por esta primera vez que me concede la gracia de presidir la Eucaristía de la fiesta de San Antolín, patrono de nuestra diócesis. Este año hemos introducido la novedad de volver a mostrar las reliquias de nuestro diácono y mártir, que se guardan en la capilla de San Jerónimo. Por otra parte, salir con las reliquias de nuestro santo a la calle y procesionar con ellas, significa que los cristianos no nos basamos en fábulas y leyendas, sino que hombres y mujeres de todos los tiempos, han sido fieles a Dios hasta el fin. Formamos a lo largo de la historia una larga peregrinación que comenzó con la Pascua de nuestro Señor Jesucristo, y que en cada época nos sitúa en los umbrales de la Nueva Ciudad, la Jerusalén del cielo.

Celebramos en este año, la cuenta atrás de diez años para el milenario de la llegada de las reliquias de San Antolín a nuestra catedral, que Dios mediante, se cumplirá el año 2034. El rey Sancho III de Pamplona, trajo desde Pamiers las reliquias de quien aquí ya recibía culto en la época visigoda. Todo ello nos habla del arraigo del culto cristiano católico en nuestra diócesis. Pero nosotros no estamos aquí sólo para conmemorar y evocar hechos del pasado. Nos hallamos aquí para celebrar la Vida que nos regala a manos llenas el Resucitado, el Maestro, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios.

imagen-relicario en plata de San Antolín, fechada en 1761 obra de Luis García de Coca, platero de Salamanca.

imagen-relicario en plata de San Antolín, fechada en 1761 obra de Luis García de Coca, platero de Salamanca. / Beatriz Álvarez

Y la celebración es la memoria agradecida por la vida de San Antolín que los palentinos queremos actualizar como seguimiento al Señor. Todos los que estamos aquí hambreamos la vida, queremos celebrarla, buscamos la alegría, que perdure todo cuanto de hermoso y valioso anhelamos. Y Jesús el Cristo es quien la tiene y la da. Para acogerla y tenerla nosotros, el camino es escuchar su Evangelio, su Buena Noticia: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. Pero si muere, da mucho fruto”. Este año hemos sido bendecidos por una estupenda cosecha de cereal. Y esta se ha debido a que los labradores habéis depositado los granos en la tierra, y allí se ha producido el milagro de su germinar, brotar, salir, crecer, florecer, granar, madurar.

Pero Jesús en su parábola habla de nosotros, no habla del trigo. Habla de que el hombre y la mujer tenemos continuamente abiertos dos caminos: vida y muerte, o más en concreto: el miedo o el amor. El primero paraliza y embota. El segundo proyecta hacia la luz, hacia el encuentro y la aventura de la genuina libertad. “El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna”. Habla de aborrecerse en este mundo, es decir, de vencer las tentaciones de convertirse en el centro que exige que todo gire en torno a él. Y hemos de reconocer que esto contrasta de modo muy vivo con nuestro momento social y cultural, que nos empuja a vivir obsesivamente centrados en nosotros mismos, lo nuestro, los nuestros. Jesús no dice que debemos despreciarnos, sino que debemos atajar la obsesión de reducir la vida al individualismo que sólo persigue control y seguridad.

Jesús nos habla en este tono para que no nos extraviemos y acertemos con el camino. El orgullo y el narcisismo secan la vida. Mientras que el amor y el servicio la regeneran y la recomienzan una y otra vez: “el que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará”. Un pensador italiano no creyente lo expresa muy bien: “creer en Dios significa disminuir enormemente el narcisismo y el egocentrismo, aquella necesidad de ponerse en el centro de la atención y reconducir a uno mismo y sólo a uno mismo todo el significado de la vida y del mundo. Si creen no pueden ser narcisos, porque gozan más no mostrándose a sí mismos, sino a aquel Dios que quisieran compartir. Por eso, que sea Pascua plena en vosotros que fabricáis pasos donde hay muros y barreras, para vosotros abridores de brechas, saltadores de obstáculos, mensajeros a toda costa, atletas de la paz”.

San Antolín y tantos otros son nuestra inspiración para tomar el testigo de su legado: luchar contra los ídolos y sucedáneos que humillan la vida, que la cercenan, aceptar que no hay posibilidad de vivir a la defensiva, atesorando, acumulando, temiendo. Sólo cabe arriesgar, apostar, salir a luchar por el Reinado de Dios en la historia. Lo dice el apóstol Santiago: “bienaventurado el hombre que aguanta la prueba. Si sale airoso, recibirá la corona de la vida que el Señor prometió a los que le aman”. Hoy Santiago y Antolín son honrados porque no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Como los mártires macabeos cuya madre los confortaba así: “no temas a este verdugo. Acepta la muerte. Te recobraré junto a ellos.

Queridos hermanos, no es heroísmo. Es pura poesía. Jesús es el que ha muerto y resucitado para todos nosotros. “Dios es feliz y ha resucitado por mí”, decía Charles de Focauld. Se trata de esto, vivir bien, de hacer pueblo, de tejer comunidad, de acoger a los que nos vienen, de sanar a los heridos, de curar ceguera y sordera, de compartir y servir. Que nuestras fiestas de este año sirvan para arrancar nuestro curso pastoral con hondura, con esperanza, con amor."

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00