Opinión

Los libros

Juan Miguel Alonso

León

Llega Septiembre y con la primera caída de la hoja, llega la incorporación gozosa de los infantes a las aulas. El alegre festival de carreras , brazos y gritos en nada se puede comparar con los de los felices progenitores cuando reciben la dolorosa de los libros. Ay, los libros, el clavo de los libros, el atraco a mano armada, con todos los timbres y sellos de la administración y la escuela. 400 Lereles per cápita de media a los que hay unir otros tantos de materiales anexos y prendas varias que provean al heredero de todo lo preciso en esta expedición anual.

Ya sé ya que estos son decimales, forgasias que diría un asturiano, para los que nadamos en la ambulancia, pero muchas familias se ven directamente asfixiadas por esta puñalada escolar que desbarata una economía de mínimos. Y otras muchas directamente no pueden, por más que fuercen el escorzo, comprar nada porque entre los libros y el plato lleno tres veces al día no hay debate.

La Junta , que tiene un programa de becas raquítico para la compra y préstamo de libros, el famoso Releo, ha tenido la feliz idea de que los centros, en la medida de sus posibilidades , compre los textos a la legión de alumnos que viven en la precariedad y escapan a la red llena de agujeros de esas ayudas, pero los centros apenas tiene recursos para atender sus necesidades cotidianas y no deben de convertirse en la excusa para dejar a la intemperie a los pobres.

Creo recordar que la enseñanza es obligatoria y gratuita hasta los 16 años, pero parece que algunas leyes tienen una composición líquida que hace que se diluyan en cuanto se enuncian, como los derechos que recoge nuestra carta magna, incluso magnísima, que , con tanta frecuencia llena las bocas de nuestros mandarines.