Sociedad

De emigrar para buscarse la vida a montar un icono gastronómico en Aranda de Duero

Evelio Peñacoba, el rostro del Nuevo Coto, se abre en la SER para contar una vida repleta de trabajo pero también de mucha música

De emigrar para buscarse la vida a montar un icono gastronómico en Aranda de Duero

Aranda de Duero

Evelio es un rostro muy conocido en Aranda, y más en el mundo de la hostelería. Pero puede que cuando uno entre en Nuevo Coto, desconozca la vida de quien les atiende siempre con una sonrisa y con mucha humildad. Eso es algo que nunca le ha faltado. Sobre todo, por el inicio tan curioso que tuvo en el laborioso mundo de este sector tan importante en una ciudad como la nuestra. Hoy, Evelio Peñacoba se abre a los demás en nuestro recorrido por la memoria en la SER junto a Ausen Frutos y Valentín García. Alguien que ama la hostelería y la música por igual. Pero vayamos por partes.

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De Mallorca a Aranda

Peñacoba salió al mundo para ganar dinero. Una experiencia inicial que nunca olvidará. "Empecé a trabajar a los 14 años porque no me gustaba estudiar. Había que buscarse la vida. No sé quién me dijo que en la costa se ganaba bien. Empecé a mirar, y me fui a Mallorca a trabajar con 17 años. Y no sabía a dónde iba. Los de al lado, estudiantes, iban al Arenal, así que me fui con ellos en el autobús. Yo era camarero e iba buscando nuevas aventuras. Mi compañero de habituación del hostal me robó todo el dinero y la ropa. Y quería irme a Barcelona, pero no tenía dinero. Un Guardia Civil me dio mil pelas para irme en ferry, pero costaba 1.600. Me metí en la Casa del Jamón, pero me preguntó de donde era. Y me dice, pues el cortador es de Burgos. Y allí comenzó la movida. Estuve cuatro años. Iba cada mes de mayo hasta octubre", explica.

Evelio, de pequeño

Evelio, de pequeño / cadena ser

Pero, ¿qué le hizo volver? "Vino mi hermano a verme, y me dijo que se salía de la Michelin para comprar una alpacadora y que iba a poner vacas. Y decidí irme, sin pensarlo. Estaba cansado también de tanto trabajo, y del ambiente. Así que montamos una granja de 30 vacas. Duró un año y medio. Y ahí salió, concretamente en el 87, mi idea de ser hostelero. Creé La Senda, que anteriormente se llamaba Mandarina, y el dueño del local me avaló para insonorizarlo. Era lo que yo soñaba y quería. Era el segundo bar de Burgos que más cerveza vendía. Y de ahí ya nació el tema conciertos", detalla.

Evelio y la música

Porque la música y la hostelería en su vida van de la mano, pero la primera llegó más tarde. "En la discoteca Olimpo se escuchaba rock. Y allí en el Arenal, funky. Empecé a escucharlo, me compré un walkman, y me di cuenta de que eso me llenaba", recuerda. Así, volviendo a su parte de 'promotor' musical, tuvo hitos como traer a Rosendo y Barricada a la vez. "No tenían escenario, y me tocó a las ocho de la mañana ir a buscar uno", añadía.

Evelio, en su etapa joven

Evelio, en su etapa joven / cadena ser

A su pueblo, Mercadillo, volvió pero con un festival. "Se llamaba Mercarock. Tocaron Burning y grupos de la Ribera. Y les recuerdo tocando a las seis y media de la mañana a los primeros. A Jhonny no se le olvida, dice que es el único concierto del que se acuerda", ríe. Consiguió llenar su pueblo, aunque no se ganaba dinero con la música organizando conciertos. También en Aranda. Porque todos los comienzos parecen ser de jugársela y arriesgar. Pero gracias a todo ello, ha tenido muchos contactos en el mundo musical. Y hasta tienda de discos.

Pasión hostelera

Los festivales no le fueron del todo bien. Pero de la hostelería no se puede decir lo mismo. Detrás de La Senda, llegó el Café Central. "Di en la tecla; vi el local y el espacio, el formato que funcionaba en España, y nos metimos en ello. Estuvimos del 87 al 2009, que se lo traspasamos a Javi -Ajenjo-. De ahí pasamos al Bocaboca, empecé a aprender cosas de cocina, y ya dimos el salto al Coto y al Palo Santo, que abrimos en Edades del Hombre. Pero yo ahí quería una segunda parte del Central y al final decidí que no", desgrana.

Depedro, con Evelio

Depedro, con Evelio / cadena ser

Reconoce haber llorado de rabia en muchas ocasiones, pero tantas veces lloradas, tantas levantadas. En el Coto es feliz. Siempre se ha sentido arropado y querido. Él le resta importancia, solo trata de ser una buena persona, y cumplir con sus deberes. Del Coto se enamoró. Aprendió lo culinario. Y aunque la restauración es dura, él es feliz. "Te da mucho. Cuando se va la gente, te da un abrazo y te dice que qué bien ha comido, o mal, que a veces pasa y esa noche le das vueltas", expresa. Y todo ello sin olvidar sus guiños solidarios, porque su padre falleció con Alzheimer y eso le quedó grabado. Ama revertir a los demás lo que los demás le han dado. Todo un ejemplo, hecho a sí mismo, que cuando se jubile -ya advierte- creará un pequeño festival. Como en los viejos tiempos.

La charla al completo puede reproducirse en el audio superior.

Jorge Alvarado

Periodista. Responsable Digital de la SER en...