Ocio y cultura

El genocidio 'silenciao': Canción oscura de Fernando VI

Nuestro hurón literario, Oli Álvarez, vuelve a Raúl Quinto para hablarnos de su magnífico ‘Martinete del Rey Sombra’, novelita que glosa un intenso y lírico perfil de aquella corte ‘ilustrada’ y de un exterminio a menudo desconocido, pero insoslayable

Novela de Raúl Quinto / Radio Bierzo

Ponferrada

La confluencia entre el poeta y narrador Raúl Quito y la editorial Jekyll & Jill ha alumbrado dos curiosas piezas literarias tan breves como sugerentes, de una contundencia descarnada y elegante. Ya dimos cuenta en su momento de una de ellas, La canción de NOF4, la peculiar historia de aquel recluso italiano, Fernando Oreste Nannetti, que pasó media vida internado en un pabellón psiquiátrico escribiendo un libro de 70 metros de largo en uno de los muros del lugar con la hebilla de su chaleco. Si la locura grafómana de Nannetti servía para ahondar en asuntos que iban desde la creatividad y la soledad hasta la siempre conflictiva percepción y relación con ‘el otro’ (el distinto, el ajeno, el extraño); ahora en cierto modo se refuerza esa estela, amplificándola, desde la conciencia ágrafa del pueblo romaní (condenado a ser contado siempre por otros en los anales de la Historia) y el etnocidio perpetrado contra ellos a mediados del siglo XVIII en España, como también puedes escuchar en el pódcast incluido abajo.

Con un ruido de fondo que aborda aspectos como la memoria, su transmisión, el poder, los desamparos y oropeles de la Historia, su sanción escritural misma, Martinete del Rey Sombrasupone una peculiar crónica lírica de la corte de Fernando VI entreverada con el ominoso intento de exterminio gitano comandado por el Marqués de la Ensenada en connivencia con la Iglesia y la Corona, uno de esos pasajes aciagos del Reino de España que suele arrumbarse debajo de la alfombra en la historiografía oficial y, por ello, en el imaginario común ciudadano. Sacudir esos tapices de palacio hasta hervir el barro de los arsenales y las alcazabas es lo que hace, con un calibre literario sobresaliente, Raúl Quinto. Que no es gitano ni portavoz de nadie, sino escritor.

Tal vez de aquella agrafía histórica, a modo de puente, derive cierta cualidad oral del libro, esos pulsos imperativos, sincopados, que generan un flujo de inmediatez e implicación, un trabajo de ritmo poético y tensión narrativa que lleva al lector en volandas por sus apenas 150 páginas, con una estructura en contrapunto alternando el lujo y la mascarada de la corte, sus tejemanejes psicopolíticos con semblanzas y cameos de algunos de sus figurines (el propio Rey, protagonista, y su mujer Bárbara de Braganza; José de Carvajal y el Marqués, el famoso castrati Farinelli, Isabel de Farnesio o el mismísimo papa Benedicto XIV, quien negó oficialmente el asilo sagrado a los gitanos para que estos no pudieran guarecerse en templos o edificios religiosos), al tiempo que se ahonda en la degradación, la injustica, el hacinamiento, la dignidad y la supervivencia de aquellas ignominiosas cuerdas de presos con nombres propios, como el de Rosa Cortés o Baltasar de Iturbide. Una escritura ingrávida a dos aguas entre la reflexión histórica y la intensidad lírica de un narrador que no se anda por las ramas. Entra la medicina cruda dulce por la lengua.

El genocidio 'silenciao'

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