Opinión

Eso que sólo la radio me puede dar

¿Qué experimentan quienes hacen radio cuando son ellos y ellas quienes la escuchan? Elena Lastra deja a un lado el micrófono y pega el oído al receptor para felicitar a la radio por cien años de vida y libertad

Elena Lastra en el centenario de la Radio y de la Cadena SER "Lo que solo la radio me puede dar"

Aranda de Duero

No me imagino una vida sin la radio. Dirán que es lo que alguien que lleva más de treinta años trabajando en este medio tiene que decir. Pero lo que quiero expresar es otra cosa: no me imagino una vida sin ser oyente de radio. Desde mis primeros colacaos de las mañanas escolares, con los informativos matinales de fondo, la radio ha formado parte de mi vida. Me la inoculó mi padre, el mismo que provocó mi pasión por la lectura, y con el mismo nivel de intensidad. El poder de la palabra, en ambos casos, en letra y en sonido. Pero igual que la capacidad evocadora de la lectura tiene su propio atractivo, en un par de cosas importantes la radio le lleva la delantera: en el potencial arrollador de la música y en la infinita y versátil capacidad comunicativa de la voz humana, ese delicado instrumento.

Porque la vida palpita en la radio sin demasiadas explicaciones: una risa, un llanto, un suspiro, una melodía que se cuela sin avisar y de repente, en un segundo, te lleva de viaje decenas de años atrás, te planta en escenarios extinguidos y hace que en tu memoria aparezca vívidamente esa persona a quien tanto querías y ya no está. O te transporta miles de kilómetros al sur, al norte, al este o al oeste y te lleva a lugares que no conocerías nunca en la vida. O con solo unas pocas palabras y el tono de voz, te obliga a ponerte en la piel de alguien de quien nunca sabrías su experiencia, en cuyos zapatos sería imposible ponerse si no escucharas directamente su voz. Y, por cierto, sin la distorsión de la imagen. En un segundo, una melodía o el tono de la voz de quien transmite, es bálsamo de consuelo, punta de lanza para la acción, o nutriente que abona pensamientos y hace germinar la creatividad escondida.

Pero sobre todo, la radio es libertad. Es la palabra que mejor la define: la radio es imposible de atrapar, no hay quien se resiste a ese mecanismo que lleva incorporado y que repele todo lo que no suene a autenticidad. Porque por mucho que se intente, siempre deja puertas escondidas y rendijas abiertas para que se cuelen la discrepancia, los pensamientos disruptivos, las propuestas a contracorriente. Porque desde el principio, la radio se ha alimentado de la pluralidad, aunque a la vez, paradójicamente, haya sido el vehículo del diálogo y la concordia.

Por eso la radio es como el aire, que todo lo inunda, indispensable para que haya vida, pero con la humildad de hacerse invisible para que brillen sus verdaderos protagonistas. La radio es como el aire en movimiento, que impulsa las velas de los proyectos y sueños de la sociedad en la que vive, para que avance al futuro. Es el vendaval que agita conciencias y multiplica el volumen de las voces que claman por la justicia, que gritan por los derechos, que reclaman necesidades, consiguiendo, a veces, que el rugido llegue a los sordos oídos de quienes pudiendo, no hacen nada. Pero también es la brisa suave de voces que acarician con calidez el frío de la soledad, del dolor o del desaliento, o dan frescura, con sensatez, a inflamaciones y calenturas de quienes buscan división, buscando apaciguar los conatos de una ira que a veces quiere escaparse.

Felicidades, querida radio, felicidades Cadena SER, pionera y maestra. Y a por otro cien años más de vida y libertad

Elena Lastra

Redactora jefe de la Cadena SER en Aranda y presentadora...