Opinión

Alubia con nombre y apellido

La Firma de Borja Barba

"Alubia con nombre y apellido", la Firma de Borja Barba

Palencia

Uno se hace adulto y de pronto descubre que, sin saber cómo, ha ido descuidando lugares y compañías, cuando ya es demasiado tarde para recuperar lo perdido y desandar lo andado. Tengo el vívido recuerdo infantil de sentarme a observar con pueril curiosidad el ir y venir de las mujeres de los pueblos cercanos los martes de mercado en Saldaña, tras haber hecho el pertinente acopio de las frutas, legumbres y verduras que los hortelanos de la zona ponían a la venta.

En este país tenemos un serio problema con la supervivencia de los pequeños productores en el sector agroalimentario. Vamos camino de vivir, si no lo estamos haciendo ya, bajo una dictadura alimentaria mientras nos perdemos en discusiones peregrinas sobre si esa dictadura será teocrática o no. Y el problema, me temo, es mucho más preocupante. La falta de relevo generacional, la consolidación de los movimientos migratorios campo-ciudad, los ridículos márgenes en algunos de los productos o una política agroalimentaria que mira más por lo de fuera, cuya producción no puede controlar o supervisar, que por lo propio, cuya producción supervisa, son algunos de los variados factores que están empujando a que nuestras despensas vivan pendientes del precio del barril de crudo.

Al mismo tiempo, ponemos el grito en el cielo cuando comprobamos la existencia de importadores que etiquetan y colocan en los lineales de los supermercados, de forma masiva, producto con más millas navegadas por los océanos que Horatio Hornblower. Pero tampoco se hace el esfuerzo por consumir producto nacional y de temporada. En esta era del aquí y ahora, existe una pequeña cuota de responsabilidad del consumidor que esta infantilizada sociedad nuestra no puede seguir ignorando.

Saldaña celebra este próximo fin de semana una nueva edición de su muy popular Feria de la Alubia, certamen con orígenes en el último cuarto del siglo XIX que ensalza la alubia blanca de riñón de la Vega saldañesa como uno de los emblemas culinarios de la provincia. Podría ser la alubia saldañesa una seña de identidad. Un DNI agroalimentario. Sin embargo, y no quiero pecar de catastrofista, la alubia de Saldaña desaparece. Desaparece porque no queda quien la cultive y porque gran parte del gremio consumidor prefiere la comodidad del empaquetado industrial al saco de rafia. Son de halagar, en este sentido, los continuados esfuerzos por parte del Ayuntamiento de la villa en hacer de la alubia saldañesa un producto con nombre y apellido. El último, y bajo la tutela del ITACyL, una campaña en pos de la recuperación de la semilla autóctona, desvirtuada por su hibridación durante décadas.

Resulta que la verdadera revolución no estaba en la Puerta del Sol y que la verdadera modernidad no callejeaba por Malasaña con unas Adidas Gazelle. La auténtica transgresión, la que de verdad importa, la teníamos a la puerta de casa. Al alcance de nuestra mano. Hay mucha más verdad en un surco de cebollas o en unas alubias secando al sol de otoño que en cualquier entrada de la Wikipedia.