Una noche para aprender
El Tubos Aranda cae ante un equipazo pero voltea una situación compleja alentado por la grada
Aranda de Duero
No fue la noche soñada. De hecho se tornó en pesadilla por momentos. Perder era una posibilidad más que presente ante la visita de todo un Granollers al Santiago Manguán. Hacerlo de muchos goles, quizá una caída inesperada. Hubo momentos difíciles y muchas pérdidas que complicaron el partido. Pero la reacción amarilla en el final, vapuleada por una grada ejemplar, es lo que debe rescatarse a futuro.
Inicio extremadamente flojo en ataque de un Tubos Aranda que rondando el minuto 5 se veía sin anotar y con 0-3 en contra. Sin embargo, reacción de nivel para poner el empate en apenas dos minutos (3-3). Y aún quedaba más. Los amarillos volvieron a verse sustentados en las paradas del mejor Pau Guitart, y remontó la distancia (5-3) para hacer soñar. A partir de ahí, espejismo y caída libre ante el cuadro catalán, que quería irse en el marcador y que lo conseguía sin dificultad. La defensa amarilla respondía inicialmente, pero el ataque no estaba en igualdad de condiciones.
Hubo falta de acierto cuando los rivales se quedaron con inferioridad en pista, y los lanzamientos a la escuadra eran de muchos quilates. Mucha calidad en la muñeca para irse (11-15) a falta de cinco minutos. Tocaba remar contra corriente. Pero volvió la lucha contra un imposible en ataque, falta de anotación y acierto rival y un descanso que ya mostró que rascar puntos era misión casi imposible (14-19).
Y lo peor estaba por llegar. A los cinco minutos de reanudar el choque la capacidad de anotación de ambos volvía a ser una diferencia abismal (15-24). Nueve goles de distancia que llegaron en un momento dado a ser incluso diez (21-31). Ya no había nada que hacer, pero la afición dio un ejemplo único y no bajó los brazos. Ahí empezó otro partido.
En volandas
Los jugadores no podían no hacer lo mismo a falta de quince minutos para el final. No había nada que perder. Así, entre los aplausos, y el “Alé Villa de Aranda alé” que se convirtió en una continuidad constante durante 10 minutos (y no es exageración), se espoleó al equipo. Se comenzó a recortar goles y a sostener la fiesta en la grada. El equipo se reconoció. La diferencia en el marcador ya no permitía meterse en el partido tristemente, pero sí rebajar poco a poco la diferencia. Se estuvo a cuatro goles, se cayó de cinco (31-36), pero se dio una lección de la que aprender dentro y fuera de la pista.
Toca seguir, y pensar en la verdadera liga y frente a los verdaderos rivales. Este podía ser un traspiés esperado, porque Granollers nunca fue rival. Pero sí puede ser un aprendizaje para el futuro.
Jorge Alvarado
Periodista. Responsable Digital de la SER en...