Tente nublo, tente tú
La Firma de Borja Barba
"Tente nublo, tente tú", la Firma de Borja Barba
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Palencia
Si por un casual yo fuese Marty McFly y tuviese un flamante Delorean DMC con el condensador de fluzo hasta arriba de plutonio y dispuesto a proporcionarme 1,21 gigavatios en cualquier momento, mi empeño no sería el de viajar al pasado para hacerme con un almanaque deportivo con el que, años más tarde, hacer fortuna, de dudosas maneras, apostando sobre seguro por las victorias del Palencia Basket. Mi objetivo principal consistiría en utilizar la máquina del tiempo para viajar al pasado, sí, pero con el único interés de comprobar en persona cómo vivían quienes nos precedieron siglos atrás en nuestros pueblos. Cómo trabajaban la tierra, cómo se alimentaban, cómo comerciaban y, en definitiva, cómo construían sus vidas.
Y a buen seguro que hubiese pasado por alto el pequeño pueblo de Cozuelos de Ojeda, pedanía aguilarense, si no hubiese sido por este permanente anhelo de conocer el pasado para preparar convenientemente el futuro. Allí, a la entrada de la población, a unos pocos metros de la imponente iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, espera el motivo de mi visita. Allí, al cobijo de una pequeña construcción con cuatro columnas de piedra y, dicen los más viejos del lugar, una escueta cubierta de madera, se elevaban las oraciones y conjuros para detener y ahuyentar los temidos nublos. Las dañinas tormentas de granizo.
‘Tente nublo, tente tú, que Dios puede más que tú. Si eres agua, ven acá. Si eres piedra, vete allá. A siete leguas de mi pueblo, y otras tantas más allá.’ Las oraciones y los conjuros contra los nublos, en una peculiar confluencia pagano-cristiana, eran habituales en la España agrícola y existen casi tantas versiones como poblaciones. Con sus matices, o sus advocaciones y encomiendas a Santa Bárbara, o incluso con sus repiques manuales de campana y los toques ‘a tentenublo’, de los que existe constancia en localidades como Villota del Páramo.
El conjuradero de nublos de Cozuelos es un interesantísimo vestigio de otras épocas y costumbres. Un lugar especial y cargado de un potente simbolismo que es, además, único en la provincia de Palencia. Las discretas cuatro columnas de piedra, una por cada punto cardinal, suponen un tesoro etnográfico de primer orden, que merece ser conocido y reconocido como el testigo vivo y palpable de una práctica ancestral, perdida en la noche de los tiempos y de la que ni tan siquiera los más mayores del lugar guardan recuerdo. ¡Tente, nublo!... y que el pedrisco no arruine la cosecha de nuestra memoria.