José Rodríguez y el imperio de las cintas de casette que la piratería arruinó
Este arandino fue pionero en diseñar una red de comerciales que distribuía la música en las gasolineras de toda España
Un viaje por la Memoria: José Rodríguez y el imperio de las cintas de casette que la piratería arruinó
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Aranda de Duero
Solíamos salir de casa en coche para asistir a la rutina del trabajo, para disfrutar las vacaciones, para acudir a espectáculos más allá de las fronteras de lo cercano, para acudir a los reencuentros más deseados, para estar o no estar, para vivir y soñar.
Los caminos, las carreteras y los coches eran otros y los tiempos de los trayectos se hacían largos. Para hacer más soportable el viaje mirábamos el paisaje que desfilaba por la ventanilla, charlábamos o canturreábamos; a veces, dormitábamos mientras quien conducía aguantaba la atención en la carretera y las luces. Pero lo que era una condición permanente era la música que reproducía el radiocasete del coche y que servía de banda sonora a las ocupaciones anteriores. Oíamos y a veces escuchábamos las músicas del momento, aquellas difíciles de encontrar, las melodías más entretenidas o las más emotivas quizá.
En ocasiones, no pocas, al parar en las gasolineras del recorrido se nos antojaba algún casete de los que se ofrecían en los expositores siempre presentes y siempre apuntando al recuerdo a la Aranda de Duero de origen.
Y hacíamos fotos o diapositivas que sirviesen para el recuerdo cuando las memorias fuesen esquivas. Y las traíamos a casa en el secreto de los carretes y en el interior de los mecanismos. Y luego las llevábamos a revelar y volvíamos a encontrarnos con el recuerdo de lo inmediato y con el logotipo del negocio que nos había recordado nuestro pueblo y nuestro orgullo de ser de aquí.
Ahora, mientras conversamos en nuestro ‘Viaje por la memoria’ de hoy, iremos recuperando las melodías de los viajes, las experiencias y los recuerdos de aquel entonces, los sentimientos y las emociones de la vida. Y quizá, esta conversación nos anime a rebuscar aquellos álbumes de fotos que nos refresquen la nostalgia.
Hoy hacemos un viaje muy especial por la memoria del responsable de todos esos recuerdos de carretera y carrete de fotos. Hablamos con la personificación de la ilusión, la creatividad, las ganas, la imaginación y la búsqueda y el encuentro con el progreso empresarial. Charlamos con la persona que se muestra sencilla, afable y entrañable detrás del personaje que todos identificamos tras el nombre de JOSÉ RODRÍGUEZ de Musical ALVI. (Ausen Frutos).
La descripción de la España de las décadas de los años 60, 70 y 80 en los que la radio era una permanente compañía en los viajes en coche pero no siempre se podía sintonizar es la que relata nuestro personaje de hoy. La música, entonces, era una compañía inevitable y esta solo podía escucharse a través del radio casete que te permitía un tiempo ininterrumpido de escucha. En aquellos años, un ribereño llamado José Rodríguez, de cuna humilde, corazón enorme y emprendedor de raza, diseñó un entramado comercial por todas las gasolineras de España en las que se podía ver un expositor que incluía los éxitos del momento: Julio Iglesias, Juan Pardo. Perlita de Huelva, Arévalo, Camela….
José Rodríguez montó un imperio de la nada accediendo a 7.000 gasolineras repartidas por toda la geografía española: “es verdad, de la nada creamos ese imperio durante muchos años. Y de la nada porque mis padres no tenían nada, trabajadores por cuenta ajena en el campo en Castrillo de la Vega. Yo quería evolucionar y construí algo importante. Una empresa que llegamos a cubrir todas las gasolineras de España con música que, entonces era muy necesaria. Los viajes eran muy largos porque las carreteras no son las de hoy ni tampoco los coches. Las gasolineras tenían unos expositores con cintas casete que nosotros poníamos para que tuvieran música”.
Este emprendedor ribereño fue pionero después de establecer una red de comerciales que entonces no existían: “entendí que para agilizar todo, era mejor que nuestros comerciales acudieran a las gasolineras. Les doté de un ordenador, una impresora y un móvil, en aquellos momentos algo muy residual en España, y atendían las necesidades de las gasolineras, nos trasladaban a la central el pedido y nosotros ya cumplíamos con los pedidos”.
El relato de José Rodríguez estremece porque es narrado desde la humildad y la naturalidad de quien, de la nada se hizo poderoso y desde esa atalaya cayó asumiéndolo como parte del proceso de la vida. La gestión del éxito primero y de su caída después lo expresa “desde la normalidad. A mí no me cambió el éxito. En la vida hay que saber quién eres y cómo eres. Al final, si no te crees algo que no eres y mantienes la honestidad, la ética por bandera, resulta sencillo gestionar lo uno y lo otro. A mí el éxito y estar alto no me cambió. Y caer, tampoco, por eso estoy aquí contando mi historia”.
El podcast que acompaña al texto explica también los motivos que propiciaron la caída de un imperio económico y por qué los cambios tecnológicos influyeron además de que las administraciones no actuaran con rigor ante el fraude: “Yo podía haber dilatado en el tiempo el cierre y haberlo dejado caer todo poco a poco. Pero entendí que lo que venía era muy fuerte. Entonces no había internet pero la piratería sí. Entendí que era imposible frenar aquello pero que teniendo siete mil puntos de venta podía reconvertirme y adaptarme. Y me equivoqué, tomé decisiones equivocadas. Con la llegada del cd se podía piratear la música y todo fue ya irreversible”.
José Rodríguez se ha adaptado ahora “a lo que me toca vivir. Hay una frase, que no es mía, que dice que ser inteligente es adaptarte lo más rápidamente posible a las circunstancias. No sirve de nada lamentarse con aquello que fui, lo que conseguí…terminas mal. Ahora, si reconoces que sigues ahí y que puedes intentar cosas, eso te mantiene”.
Qué fácil se hace conversar con alguien con quien es sencillo hablar, revivir y recordar. Qué fácil dialogar con quien nos ayudó a sujetar la memoria en las estructuras del alma y los deseos, de los sueños y las esperanzas, de las realidades y la vida. Con quien nos facilitó los útiles para gravar, por si el olvido se antojase, los momentos y las melodías de los caminos de la crónica de nuestras existencias.