El ladrón de bares, ¿castigo, perdón o premio?
La Firma de Guillermo Flores

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Palencia
No es nada nuevo, delitos menores se han producido y se producirán siempre. Hurtos, robos en tiendas o bares, violencia con lesiones, amenazas, abandono de animales, son por desgracia cosas habituales.
Lo que no debería ser habitual es que la persona que comete estos delitos “se vaya de rositas” y mucho menos si además es reincidente, como está ocurriendo estos días en nuestra ciudad con el ya famoso “ladrón de bares”.
Que alguien que es detenido por cometer un robo en un local o por pegar a alguien en la calle, sea puesto en libertad con cargos es algo normal, pero que la misma persona vuelva a hacerlo otras dos o más veces, a saber, y siga en la calle cometiendo fechorías a sus anchas, es algo que deja preocupada a la opinión publica y sobre todo a las víctimas, entre las que me encuentro, que no nos explicamos cómo es posible esto.
En mi caso fui objeto de un robo nocturno en el bar hace dos meses. El ladrón se llevó el dinero de la caja y un ordenador portátil tras entrar apalancando una ventanilla. Las cámaras del local permitieron ver nítidamente la cara del delincuente amigo de lo ajeno que no se esforzó en ocultarse y que no es el “ladrón de bares” de estos días, pero sí otra persona que la policía reconoce rápidamente, también porque ya la ha liado más veces.
El tema es que una vez es detenido el malhechor y puesto a disposición judicial queda en libertad, lo que no quiere decir que no vaya a tener un castigo, pero será cuando sea juzgado, meses o un año más tarde. Hasta entonces no es reincidente porque ni siquiera ha sido condenado. Otra cosa es si el delito incluye violencia o es en un domicilio privado habitado, en cuyo caso el juez podría decretar prisión cautelar hasta producirse el juicio.
Las histriónicas opiniones de las redes sociales llegan a escribir barbaridades del estilo “si le cortaran la mano al ladrón”, etc... Yo creo que la delincuencia debe tener un castigo proporcional al delito, aunque este sea tan liviano como prestar servicios sociales durante una temporada, más aún si el infractor se declara insolvente y no puede devolver lo robado o el daño causado.
En España tenemos un sistema judicial en el que el delincuente parece tener más derechos que obligaciones y se mezclan en una coctelera complicada aspectos legales por mejorar, el atasco de la justicia, la rehabilitación e integración de los delincuentes por encima del castigo, y factores socio-económicos de las personas más desfavorecidas, incluso consumo de drogas.
Muchos de estos delincuentes conocen y se aprovechan de las leyes para delinquir robando a personas honradas lo que les costó mucho esfuerzo conseguir, aunque esto a diferencia de la violencia, apenas genera alarma social. Lo que está claro es que al que roba o al que agrede, si no le pasa nada, se convierte en ganador, tiene premio y lo volverá a hacer.




