De Galicia a Aranda de Duero: Sampil y el relevo de un negocio de afiladores que se ha diversificado

Aranda de Duero

“Déjenme que recuerde durante un instante el sonido de las flautas de pan, chiflos o pitos de afilador que, al menos una vez al año, sonaba en las calles del pueblo. El afilador, normalmente venido desde Galicia, paraba su bicicleta en los cruces de las calles para ser oído y visto por el vecindario. Armaba el artilugio de cadenas y correas de transmisión, elevaba la bicicleta sobre unas patas al efecto y dejando la rueda trasera en vuelo, se subía y pedaleaba para que la ruedas de afilar y perfilar se pusiesen en marcha.

Los vecinos se arremolinaban a su lado y le traían los cuchillos, tijeras, navajas o cualquier útil que necesitase buen filo para su labor. Cuando nuestro personaje acababa con todo lo que se le daba para afilar desmontaba las correas, posaba la bicicleta sobre el suelo y despidiéndose hasta el año siguiente, dando garantía de que el filo duraría hasta entonces, marchaba hasta otra calle, otro barrio, otro pueblo, otros mundos y otras conversaciones. Conversaremos hoy con quien comparte orígenes, tradiciones y profesión con aquellos afiladores. Con otros tiempos, otras herramientas, otras frecuencias en las ausencias pera la misma energía y el mismo hacer. Iniciamos encuentro en nuestro viaje con PACO ÁLVAREZ de Cuchillería SAMPIL.”

De Ignacio a Paco

Tras la introducción de Ausen Frutos, conversamos con Paco Álvarez, el relevo de Sampil, un negocio histórico arandino, pero de raíces gallegas. "Ignacio Sampil es gallego, de mi zona, montó el negocio, y luego estuvo Manuel que era de 10 kilómetros de mi pueblo. Nosotros se la compramos a ese señor, pero rápidamente cogimos relación con el primer dueño y se pasaba horas con nosotros viéndonos afilar", detalla Álvarez. "Hay que irse a Galicia y a mi procedencia, Ourense, para conocer cómo surge todo. Es la zona donde por tradición ha crecido el mayor gremio de afiladores del país. Allí cada vecino en su casa tiene montada una rueda de afilar. Recuerdo ir a ver a mi abuelo y afilar. En su casa sigue intacta una rueda con cuatro patas, y me dejaba probar. Lo hacía como un juego, pero se te va metiendo. Fue después cuando empecé con mi padre, pero me di cuenta de que lo que desde niño percibes te influye", añade.

Ampliar

Cerrar

De padre a hijo

Paco nació como cualquier niño, con el balón en los pies -ama el fútbol-, pero aprendiendo de refilón un oficio que le quedó dentro. Por eso, acabó con su padre. "Le quiero con locura, pero nos habríamos pegado un tiro más de una vez", dice entre risas, antes de emocionarse pensando en su madre, y recordando cómo llegó al mundo. "Mi padre tenía 20 años, mi madre 17 y mi abuelo materno no quería a mi padre porque era de un pueblo conflictivo. La apuesta fue fuerte y me fabricaron a mí. A partir de ahí, te toca buscarte la vida. Él empezó en montaje. Hemos vivido en muchas ciudades. Pero cansa. Y ya mi padre decidió buscar un sitio donde echar raíces. Las cuchillerías estaban en auge, salió Aranda, y apostamos", expresa.

Paco siempre ha sabido levantarse y aprender. También lo hizo cuando, por accidente, perdió la vista en uno de sus ojos. Algo que reconoce, le ha hecho mejor persona. "Valoras el poder vivir. Cuando estás desesperado valoras quién te cuida. Ves de cerca los problemas serios, y el vivir bien, tratar bien a la gente... pasa a ser relevante", comparte.

Las tijeras y el primer envío a escondidas de China

Afilar no es nada fácil. "No hay formación como tal. Un cuchillo es toda una experiencia; un dalle es aún más difícil. Pero se aprende de forma autodidacta. Yo con mi padre aprendí mucho, pero lo de las tijeras fue por mí mismo", detalla Álvarez, que a través precisamente del conocimiento personal, se adentró en el mundo de la tijera, logrando una reputación muy relevante a nivel nacional.

"Yo ya llevaba años clandestinamente trabajando en el tema de las tijeras de peluquería. La distribuidora la llevo yo, que llegamos a nivel internacional. Todo surge por ser inquieto, los comerciales llegaban con el comentario de que no había gente especializada en tijeras de pelo. Y en casa contactaba con la otra zona del mundo, manejándolo, hasta que no me quedó otra de empezar a pedir tijera. Y tuve que engañar a mi madre. Y el primer pedido lo hice arriesgándome sin saber lo que me iba a llegar", expresa.

Ampliar

Cerrar

Estela y Hugo

Uno de los momentos más felices de la vida de Paco llega con Estela. La unión de norte y sur. Y el posterior nacimiento de su hijo Hugo, al que trata de inculcar sus principios. "Intento adaptarme a las situaciones desde el corazón, potenciando mis virtudes y minimizando mis defectos. Estela es una barbaridad como madre y persona, y tiene más peso en el carácter de Hugo. Lo queremos criar estando con él. Ella lleva toda la parte de contabilidad y cuida a nuestro hijo. Tiene un valor increíble que no sé si voy a poderle agradecer algún día", le dice a su mujer, también presente, y emocionada. "Esto es un equipo, cada uno aporta lo que puede y sabe en cada momento. Y junto con nuestro hijo y la familia, tiramos para adelante. Tiene la virtud del trabajo y la constancia. Es el que piensa, y yo la que ejecuto", aporta.

Ampliar

Cerrar

Futuro

Álvarez tiene una parte gallega que sigue en él, pero se siente arandino, porque "aquí llevo 40 años". Y, como él dice, "al arandino de pie tengo que darle las gracias porque me han permitido vivir todo esto".

La charla al completo en este Viaje por la Memoria en la SER con Valentín García y Ausen Frutos puede reproducirse en el audio superior.