No adoctrinen a nuestros niños

Palencia

Nací, crecí y me formé como persona en unos años y en una tierra, la de mi padre y mi abuela, en la que antes de hacerte amigo de otro niño e invitarle a merendar pan con Nocilla en casa tenías que saber qué opinaba su familia sobre el uso de la violencia contra otras maneras de pensar. Salir adelante en aquella fragmentada sociedad vasca de los años ochenta me sirvió para, desde muy pequeño, aprender a trazar líneas rojas. Líneas sólidas e innegociables. Líneas rectas apoyadas en la regla de la moralidad y en un principio incuestionable: no se atenta contra nadie por su manera de pensar. Se debate, se negocia o se trata de convencer. Porque la violencia no extirpa las ideas. Solo las silencia durante un tiempo.

Traigo este recuerdo hoy a escena porque las noticias o las imágenes que me impactan prefiero comentarlas con unos días de retraso. Pónganse en situación. Veintitrés de abril. Fiesta de la Comunidad Autónoma. Villalar de los Comuneros. Alegre exaltación regionalista castellana bien aderezada con nuestra música de raíz. Con nuestra indumentaria tradicional. Reunión intergeneracional con un objetivo común: defender y festejar lo nuestro. Y bebiendo de este ambiente de celebración, una agrupación política tratando de esparcir la simiente del odio hacia el que piensa distinto.

Alguien en Izquierda Castellana, coalición política surgida a principios de siglo y que ha hecho del nacionalismo castellanista supraautonómico su seña de identidad, decidió que el de la campa de Villalar era el ambiente ideal para practicar el tiro al blanco frente a retratos de, y enumero de memoria, Netanyahu, Ursula von der Leyen, Carlos V, Pedro Sánchez, Isabel Díaz Ayuso y el rey Felipe VI. Pero lo más grave no acaba ahí. Alguien decidió que era mejor idea aún invitar a niños y niñas a practicar su puntería contra los retratos de los personajes citados. Sí, niños. Me han escuchado bien. De no más de diez años. Con pelotas de tenis. De forma blanca y un tanto naïf, si quieren, pero con un trasfondo peligroso.

Alguien en Izquierda Castellana ha pasado por alto que una patria, una identidad común, la construyen y la sustentan ideologías contrapuestas. La suma de posicionamientos políticos y sociales que se aportan el necesario equilibro entre ellos y el imprescindible control recíproco para que nadie se salte las reglas. La democracia, en fin, como herramienta para someter el caos natural.

Alguien en Izquierda Castellana pretende que la fiesta de todos los castellanos (y de todos los leoneses que así la consideren) sea solo la suya. Alguien que quiere enseñar a nuestros hijos a protestar y a reivindicar. Pero no a afianzar los vínculos con sus semejantes en la consecución de un objetivo común. Ni a oponer, frente al patriotismo infecundo, otro fuerte y activo orientado hacia el porvenir y la convivencia.