Los purines para vuestros jardines
La Firma de Borja Barba

"Los purines para vuestros jardines", la Firma de Borja Barba
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Palencia
‘En Alemania, donde los Verdes tienen una presencia muy importante en la escena política, hay unas diez mil plantas de biogás. O los alemanes son muy tontos y los zamoranos muy listos, o viceversa.’ Quien está detrás de esta baladronada es Javier Faúndez, presidente de la Diputación de Zamora. Y me resisto a calificar con otra palabra a una respuesta que ignora, de forma voluntaria y para vestir el santo de los digestatos, un definitivo detalle: la inmensa mayoría de esas plantas de biogás germanas generan una ínfima producción y están asociadas a una pequeña explotación ganadera para su autoconsumo energético. Un modelo muy alejado del que pretende implantarse en nuestro territorio.
La negra sombra del biogás sobrevuela nuestra provincia, como la zamorana, desde hace aproximadamente un año. El ir y venir de empresas energéticas, y de los oscuros fondos de inversión agazapados tras muchas de ellas, ha sido tan intenso en estos últimos meses que ha hecho levantar la oreja al sufrido habitante de nuestros pueblos. Qué estará tramando esta gente. A qué viene semejante interés y tan cansina insistencia. Por qué aquí, precisamente aquí. El recelo y la prudencia son naturales en el ser humano cuando el agua no es cristalina y no se ve el fondo. Pero, para obtener respuestas, lo más importante es despejar los oídos y saber formular preguntas.
Este pasado sábado, cerca de medio millar de personas se congregaron en Saldaña, en respuesta al llamamiento convocado por la red de plataformas Stop Biogás a nivel nacional, para dejar claro que, con las lógicas excepciones interesadas aparte, el rechazo a este tipo de industrias es frontal entre los vecinos de la comarca de La Vega y en otras localidades también presentes en la concentración, como Paredes de Nava. Una población que está ya cansada de ser siempre la minoría silenciada e ignorada bajo ese eslogan de ‘zona de sacrificio’. Que pituitaria tenemos todos. Y a todos nos gusta beber agua sabiendo que no nos está matando lentamente.
Decía el escritor leonés Julio Llamazares que España sigue siendo un país colonial consigo mismo y que una España crece a costa de la otra. Porque mientras una España mira hacia el futuro con esperanza, otra lo hace bajo la sensación de que su condena está ya escrita y que su destino es el de ser sacrificada para servir como carnaza a la despiadada España del hiperdesarrollismo. La verdadera sostenibilidad de las renovables debería mirar también hacia un modelo energético justo y descentralizado. Un modelo que no ignore el volumen de la demanda. Y en el que no sean unos pocos, aislados, envejecidos y dóciles, los que tengan que cargar con el sacrificio de todos.
Solo la absoluta garantía de un control efectivo sobre el impacto ambiental de estas instalaciones, dejando de lado ese funambulismo legal al que nos tienen acostumbrados, sumada a un impacto económico y laboral real en las zonas obligadas a soportarlas, podrían ayudar a reposicionar la balanza. Siendo sincero, no es lo mismo imaginar los finales felices que creer realmente en ellos.




