Las notas

Juan Miguel Alonso

Llega el esforzado docente con la lengua fuera, los pelos trasquilados y el morro más torcido que Mari Trini al final del curso escolar. Y con gran crujir de dientes, lloros y lamentos, se reciben las notas, que siempre son fruto de la arbitrariedad, de la mala baba y de la inquina del profe de turno. Ay, las notas , qué dolor y qué ingratitud la de esta tarea en la que el maestrín deviene en juez y las competencias alcanzadas en evangelio apócrifo de las capacidades adquiridas o traídas ya de casa.
Un servidor, en todo caso, después de unos pocos sexenios en el andamio de la tiza , humilde mente recomiendo a los padres , madres y tutores legales, que no se dejen llevar por la ira, ni por el pasional análisis del boletín, que este apenas refleja sombras de la auténtica valía de la criatura, que estos guarismos , a veces, tiene que ver con los modelos y patrones que los niños ven en casa a la hora de comer y, que en todo caso, será la vida, como afirmaba el gran Benito Escarpizo, la que les aprobará o suspenderá. No dejen que un papel arruine la armonía familiar. Fluyan, amen a sus infantes con sus taras y laureles.
Y en todo caso, que miren el paisaje que habitamos, donde cualquier tarado llega a emperador, cualquier putero a Ministro de Transportes y cualquier miserable a gobernar las tribus de Israel. Que nada está escrito y todo es posible a poco que uno o una maneje los arcanos del Chat GPT.
Y que muchas veces no somos capaces de observar los matices de la realidad con sus grandezas, con los ojos limpios, como esa consejera de Educación que asegura que las obras del nuevo conservatorio e León progresan adecuadamente, como ella.




