La Bañeza, un alcalde en sombra

Ángel Santiago Ramos

León
La Ley de Murphy se posa con frecuencia en la vida política. Sin ir más lejos, lo hace en la conducta pública conocida del actual alcalde de La Bañeza, el popular Javier Carrera. En apenas dos años de su segundo mandato, más de un tercio de su equipo de concejales han abandonado la embarcación. Uno de ellos se ha llevado consigo el escaño. Los otros dos se han ido para casa. Dos cargos de confianza, Ia secretaria de la alcaldía y la responsable de prensa, lo han dejado. Todo un record de bajas que no presagia un buen rollo municipal.
Demasiado solo, Carrera se abrazó sin acritud al regazo ideológica más próximo que no era otro que el compuesto por los dos concejales de Vox. Y pagó el precio de su apoyo: regarlos con dinero y ceder las sensibles áreas de los servicios sociales, el empleo, la familia y los deportes.
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid decide también subir las retribuciones de sus fieles y de sí mismo. La operación que le permite salvar el sillón provoca que los costes de gobernanza de la ciudad se dispararon por encima del 30%.
Tan descaradas han sido estas decisiones que una sentencia del juzgado de lo Contencioso se manifestó contra algunos de sus acuerdos sobre dedicaciones exclusivas y sobre retribuciones del personal eventual.
Sabemos que la ciudad de La Bañeza no pasa por su mejor momento con la crisis que se viene aparejada al cierre de la Azucarera, una de sus principales industrias y generadora de una importante cifra de empleos desde hace décadas. A ello se añaden los problemas de falta de atenciones médicas en su centro de salud, deficiencias denunciadas por colectivos de la ciudad, a las que el regidor no se ha sumado de ninguna forma.
Falto de habilidades para dirigir un equipo humano y la ausencia de los modales políticos que requiere gobernar en minoría, Carrera se desliza ahora con aptitudes más propias del franquismo que de la actual etapa democrática. Todo se pega, menos la hermosura, dicen.
De esta guisa, la penúltima astracanada ha sido denunciar a través de la policía municipal a dos vecinas de la localidad por el simple hecho de pegar y repartir folletos en los que se pide su dimisión. Entre otras cuestiones, señalan, por incumplir promesas electorales, mentir y amenazar en los medios; y, usar los servicios públicos en su propio beneficio.
En qué códigos se moverán las neuronas y los principios democráticos de este alcalde para perseguir tan gratuitamente la libertad de sus convecinos.




