El riesgo de incendios en la Ribera del Duero: entre la prevención y el olvido
El presidente de los agentes medioambientales de Castilla y León, Esaú Escolar, lleva años denunciando la falta de prevención, la precariedad del sistema y el desinterés ciudadano, y reclama una gestión forestal seria antes de que el fuego vuelva a golpear

Esaú Escolar, presidente de la Asociación de Agentes Medioambientales de Castilla y León
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Ribera del Duero
Esaú Escolar, presidente de la Asociación de Agentes Medioambientales de Castilla y León, ha lanzado un mensaje claro: la Ribera del Duero no es inmune al fuego. Aunque nuestra comarca cuenta con factores que limitan la virulencia de los incendios, los riesgos están creciendo y la prevención sigue siendo insuficiente.
Este verano está dejando incendios devastadores en provincias como Zamora o León, y las condiciones meteorológicas apuntan a que la amenaza podría extenderse a otras zonas de la Comunidad. Según Escolar, la Ribera del Duero cuenta con una ventaja natural: la orografía. A diferencia de los valles con fuertes pendientes, donde el fuego avanza por convección, aquí el fuego se propaga por radiación, lo que cambia su comportamiento. Sin embargo, este verano se ha alcanzado un nivel de humedad por debajo del 16%, lo que favorece una propagación muy rápida del fuego: “Estamos viendo velocidades de avance que jamás habíamos experimentado”, afirma Escolar.
Una política de extinción con desconexión del terreno
La lucha contra los incendios en Castilla y León sigue teniendo serias deficiencias. Escolar denuncia que muchos responsables de la gestión de incendios carecen de experiencia directa en el campo: “Hay altos cargos que dirigen extinciones sin haberlo hecho nunca. Cuando llegan al monte, reina el caos”, señala.
Mientras tanto, los agentes medioambientales, que sí conocen el terreno, soportan una doble presión: por un lado, la de los ciudadanos que ven arder su entorno; por otro, la de sus superiores que exigen resultados sin medios adecuados.
Un caso claro fue la intervención en el monte de La Calabaza, donde se realizó una corta perimetral para proteger una urbanización. La reacción fue de rechazo y crítica: “Nos trataron de asesinos, arboricidas y no sé cuántas pestes más. Y lo único que pretendíamos era dotar de protección a la zona urbanizada para que, de venir un fuego, tuviéramos la posibilidad de pararlo antes de llegar a la zona de las viviendas. Y aquello se mandó parar. Este sistema perimetral de protección debiera existir como cultura de prevención en todas las zonas de Aranda que tienen áreas recreativas o viviendas. Y eso debe hacerlo el propietario.”, lamenta Escolar.
La falta de cultura preventiva es uno de los grandes problemas. De las miles de limpiezas de monte autorizadas cada año, el 80% no se ejecutan. Y muchas veces es por dejadez o falta de implicación generacional: “Nosotros realizaremos dos mil o tres mil al año en esta comarca pero el 80% se quedan por hacer porque los abuelos tramitan el permiso porque siempre lo han hecho y lo han hecho bien, pero ahora los hijos o los nietos vienen a limpiar el monte porque el abuelo lo había hecho toda la vida pero entre saludar a los amigos y actividades ociosas varias, el monte se queda sin limpiar. Basta ya de de excusas de que no nos dejan limpiar el monte. Si no hacemos este trabajo de de aprovechamiento que produzcan un valor de mercado, el monte se quema en castilla y León. Esto es así”, advierte.
Un sistema mixto con trabajadores sin experiencia
El modelo de extinción en Castilla y León combina personal público y contratas privadas. Sin embargo, las condiciones de estas últimas son muy precarias. Contratos temporales, salarios bajos y falta de formación son la norma. Esaú Escolar explica que “Este año ha llegado gente a su primer incendio forestal con solo cuatro horas de formación. Es una barbaridad. En la extinción de incendios en Castilla y León hay personas que está conduciendo un camión autobomba de la Junta de Castilla y León con un curso, sin ninguna experiencia y en zonas que no conocen. La falta de formación es brutal. La rotación es constante: los trabajadores formados se marchan a otras comunidades, como Andalucía, donde acceden a empleos públicos más estables. Mientras, aquí se sigue contratando personal sin experiencia suficiente”.
Respecto a diseñar un plan de acción desde las administraciones, Esaú Escolar expresa que "Castilla y León tiene un sistema de extinción de incendios público-privado. Lo público son vigilantes de torreta, camiones con conductores y bomberos mangueristas más los agentes medioambientales y después están veinte o treinta empresas privadas a las que, por concurso, se les adjudica el servicio de prevención y extinción de incendios. Hacen trabajos de limpieza y tratamientos pero que con mucho calor están en módulo de calor descansando y en prevención de si hay incendios. Cuando hay menos de 30 grados, nosotros programamos trabajos que ellos realizan de desbroce y limpieza en zonas de utilidad pública. Pero esas contratas antes duraban tres meses y ahora son cuatro. El Consejero sabe que esto debiera ser un año. Ahora creo que la de aquí va a estar nueve o diez meses, que ya es algo. Pero es un trabajo tan precario y mal pagado que la gente se va”.
El viñedo, un cortafuegos natural
No todo son malas noticias. La Ribera del Duero cuenta con un aliado inesperado: el viñedo. Según Escolar, el cultivo de la vid actúa como un cortafuegos natural, limitando la expansión de los incendios: “Las dos primeras filas pueden caer, pero el resto frena el avance del fuego. Es una garantía”, explica.
A pesar de las normas existentes, aún se siguen viendo prácticas peligrosas: barbacoas, fuegos artificiales, cosechas fuera del horario permitido…“No todo es culpa de la administración. Hay normas, y si no se cumplen, el riesgo aumenta para todos”, recuerda Escolar.




