El pulso vivo de la tradición en 33 imágenes

Torregalindo

“El folclore no es solo un baile o una canción. Es memoria compartida”. Así comienza el texto de un amplio reportaje fotográfico que inmortaliza los entresijos del Grupo de Danzas El Molino. La autora de este trabajo, Aurora Vilariño Rubio ha estado siguiendo a este colectivo de Torregalindo en un exhaustivo trabajo que abarca los ensayos, los preparativos antes de salir al escenario, cómo se visten con el traje regional, pero que sobre todo “refleja el esfuerzo de mantener vivas tradiciones que en muchos pueblos ya se han perdido”, explica esta fotógrafa afincada en Milagros, que lo define como “una historia muy humana, con más de 50 personas implicadas en que el folclore siga sonando en las plazas y no solo en los recuerdos”.

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Vilariño dice en su reportaje que el folklore “es la voz que sigue sonando en las plazas, es la raíz invisible que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos”. Por eso lamenta que en una buna parte de los municipios de esta comunidad “esas tradiciones se han ido apagando con el paso del tiempo, diluyéndose hasta convertirse en un eco lejano y allí donde antes sonaba la jota o se lucía el traje regional, hoy queda a menudo solo el recuerdo”.

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Pero no es el caso de El Molino en el que medio centenar de personas “no todas nacidas en el pueblo, pero sí unidas por la pasión de sostener una herencia común, dedican semanas de ensayo, paciencia y constancia a preparar bailes que, aunque antiguos en su origen, se sienten hoy más vivos que nunca”.

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Vilariño ha acompañado durante un tiempo a este colectivo y ha sido testigo de todo lo que conlleva y de muchas cosas que el público no ve: “el esfuerzo detrás de cada coreografía, las sonrisas y complicidades durante los ensayos, el silencio concentrado antes de una actuación, el ritual íntimo de vestirse con el traje regional, donde cada pañuelo, cada lazada, cada adorno tiene un significado”.

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Esta fotógrafa, convencida de que el trabajo de este colectivo folklórico, lejos de ser un mero pasatiempo, “es un acto de resistencia frente al olvido, un puente tendido entre pasado y presente”, habla en este trabajo del contraste que supone esta época estival en la que en Torregalindo, como en una infinidad de pueblos, la población multiplica, con el resto del año, “cuando los veraneantes regresan a la rutina urbana y el pueblo vuelve a quedar en manos de sus habitantes”. Dice que en ese momento es “cuando se comprende que un pueblo es mucho más que un lugar de descanso o un refugio temporal: es una banda sonora que nos recuerda que siempre se puede volver”.

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Son 33 fotos las que integran este reportaje, fruto de una selección en la que su autora ha tenido que descartar bastantes más en aras de limitar el reportaje a una extensión razonable. Este trabajo tiene todas las papeletas de ser objeto de una exposición en Torregalindo, aunque seguro que otras localidades que comparten esta inquietud por conservar el folklore le harán ojitos.