El eclipse que concentró a los científicos en el Moncayo y fomentó la radiodifusión en Europa

Soria

El 12 de agosto de 2026 tendrá lugar el eclipse del siglo en el que España será el único lugar del mundo en el que hay garantías de verlo. Mientras el país se prepara para aprovechar este fenómeno histórico, recordamos otro eclipse similar, el de 1860 que congregó a la flor y nata de la comunidad científica europea en el Moncayo y fue el origen de la radio en España.

El 18 de junio de 1860 se produjo uno de los mayores eclipses de sol conocidos hasta la época. Para documentarlo, la comunidad científica europea buscó la mejor ubicación y se escogió el Moncayo. “El punto central lo establecieron en el Moncayo, plantaron las tiendas, los aparatos de radiofrecuencia y fotografía e incluso abrieron la senda que hoy en día sube hasta la cima para poder transportar todos los equipos”, cuenta Tomás Gismera, quien recoge todo lo que allí sucedió en el libro ‘El Moncayo de Foucault. De Ágreda a la cima'.

Entre los científicos que allí se congregaron estaba Leon Foucault, el del péndulo, Urban Le Verrier, uno de los descubridores de Neptuno y director del Observatorio astronómico de París. Su llegada al Moncayo fue todo un acontecimiento para el paisanaje local, que los recibió, mayoritariamente, con recelo.

Con el objetivo de documentar el hecho, se congregaron corresponsales de todos los países. Para poder retransmitir, se trajo a Tudela una tecnología desconocida hasta entonces en España, “Se establecieron líneas radiotelegráficas para que la noticia pudiese llegar a todo el mundo. Fue el punto de inicio de la radiofrecuencia para todo Europa, supuso un avance muy importante para la época”.

Cielo nublado

Pero el Moncayo es caprichoso. El día del eclipse no pudo empezar peor, amaneció nublado, con los científicos “bajando a la carrera por las laderas del Moncayo en busca de una visión despejada del cielo”, solamente lo consiguieron los que quedaron en la cima ya que, finalmente, las nubes se retiraron y se pudo documentar el fenómeno.

En los pueblos del Moncayo se recibió con miedo, el eclipse asustaba. Tal fue el temor que se llegaron a emitir bandos con los que los alcaldes intentaron llamar a la calma. Las semanas posteriores al eclipse, dejó de llover y los moncaínos lo achacaron a los aparatos que los científicos habían dejado en el Moncayo. Se tomaron cartas en el asunto, se organizó una expedición de mozos de los pueblos para subir a la cumbre y destrozar lo poco que habían dejado los científicos. Al poco empezó a llover.

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