Arrasar
La columna de Rafa Gallego: Arrasar (05/09/2025)
León
Debería hablarte del fuego, de los genocidios, de la muerte de un grupo de migrantes en la costa de Almería este miércoles. Debería hablarte de la desesperación del alcalde de Caín que decía este miércoles que los negocios se cierran en su pueblo y que hay despidos y que las reservas de turistas para septiembre se están anulando.Debería hablarte de una encina en la que se metieron mis hijos paseando por Las Médulas para una foto que ya hoy es imposible. Debería hablarte de los tractores arrancando cortafuegos de urgencia en las afueras de los pueblos para salvar las casas. Debería hablarte de la desolación de cerrar la puerta y marchar sin saber qué vas a encontrar cuando vuelvas. Debería hablarte de todo ese dolor y esa rabia. Debería hablarte de la necesidad de resolver. Todos. Claro que sí. Todos. Sin saber bien qué significa eso de resolver entre todos, sin saber bien hacia dónde mirar en esta pesadilla del treinta, treinta, treinta.Temperaturas por encima de treinta, humedad por debajo de treinta, viento con velocidad superior a treinta. Y todo lo demás que es treinta veces treinta: la ambición sin escrúpulos, la falta de medidas y recursos, la irresponsabilidad. También para la guerra: ambición, abandono, amoralidad. Fuego, sangre, miedo y frialdad.
Arrasar es el verbo que me conmueve. Lo arrasado y lo que arrasa, quienes se ven arrasados y quienes arrasan, el efecto arrasador y la causa arrasante. Causa y efecto. Conexión necesaria entre una y otro. Y en el proceso, en la mirada del que observa, la inquietud de la fuerza imparable del efecto devastador de lo humano como una bomba de relojería que se detona cada segundo sin esperar al clic del final de la cuenta atrás. Una bomba devastadora que es nuestro modo de vida, de consumir la vida, de vender la vida, porque ya somos armas en manos de nuestros propios enemigos, elementos que arrasan lo propio, llamaradas de inconsciencia que ambicionan queroseno inflamante para arrasar y arrasar y no dejar nada hermoso en pie y dejar solamente paisajes vacíos de vida, efecto de la ambición de todos los genocidas queencienden la llama del miedo.
Lejos de la seguridad de nuestras almohadas, nuestra conciencia arrasa el sentimiento de culpa y nos libera de todo mal para seguir consumiendo el mundo que nos toca, para seguir viviendo en una realidad incendiada sin que nada nos toque la piel.