Opinión

Los haters de Sonorama

La firma de Jorge Bermejo

La firma de Jorge Bermejo "Los haters de Sonorama"

Aranda de Duero

Aranda tiene muchas señas de identidad: el vino, la gastronomía, el patrimonio… pero desde hace casi tres décadas hay un evento que nos proyecta al mundo: Sonorama Ribera. Un festival que comenzó con más pasión que medios, con más corazón que recursos, y que gracias al tesón de Javier Ajenjo y un puñado de soñadores hoy se ha convertido en uno de los encuentros musicales más importantes de España. Cada agosto, muchos miles de personas llenan nuestras calles, plazas y hoteles. Y lo que parecía una quimera, ahora es una realidad que transforma Aranda y la Ribera durante unos días y deja su poso positivo el resto del año.

Sonorama no es solo música. Es economía, cultura, turismo y orgullo de pertenencia. Todo el sector económico nota el impacto de un festival que ha sabido revitalizar un agosto que antes era época valle. Y más allá de lo tangible, está la proyección mediática, las innumerables apariciones en informativos, periódicos y redes sociales de toda España. Eso no tiene precio.

Pero ya se sabe que el éxito no es gratuito y cuando algo o alguien ha intentado cambiar el mundo, en este caso en el plano cultural y musical, siempre aparecen ellos: los haters. Un pequeño reducto de opinadores de teclado, escondidos tras seudónimos ridículos, que dedican su tiempo a lanzar veneno contra el festival y, sobre todo, contra su impulsor, Javi Ajenjo. Personas que probablemente jamás hayan levantado un proyecto, que nunca han arriesgado nada, que no han aportado ni un minuto a mejorar su tierra… pero que se sienten legitimados para hacer el bocachancla desde la sombra. Gente que, en vez de celebrar el éxito colectivo, prefiere regodearse en el fango. Eso sí con careta, porque son unos absolutos cobardes.

La libertad de expresión es un derecho irrenunciable, es libertad y eso no tiene precio, pero no confundamos libertad con impunidad. Criticar con datos y argumentos es sano, porque sin critica no hay mejora. Pero soltar gilipolleces desde el anonimato es pura cobardía. Porque hay que decirlo alto y claro: expresar barbaridades detrás de un seudónimo no es opinar, es escupir bilis. Y la bilis, por mucha que se vomite, no cambia una realidad evidente: el Sonorama es un éxito rotundo.

Quizá lo que más moleste sea precisamente eso: el éxito. Que la Ribera suene, que Aranda brille, que decenas de miles de personas nos visiten, que un puñado de soñadores haya puesto a nuestra tierra en el mapa nacional e internacional. Y como algunos no soportan que algo funcione, lo único que les queda es criticar. Es la vieja historia de este país, la envidia, puesto cuando alguien destaca, aparecen los que quieren eliminarlo a pedradas.

Pero el ruido de unos pocos no va a ensombrecer la música de muchos. El Sonorama es patrimonio emocional y cultural de esta tierra. Nos da visibilidad, riqueza y autoestima. Y sí, todos nos beneficiamos de él, incluso los que lo odian, al festival y a su impulsor, que dicho sea de paso, tiene mucho más valor que ellos por todo el camino recorrido y que no le llegan al primer milimietro del pie.

Cuando una marca ropa tiene imitaciones en los mercadillos quiere decir que ha conseguido el éxito. Esto es similar: al obtener el éxito la envidia hace su función y aparecen los haters que también son sinónimo de éxito. Cuando el Sonorama y su organización palmaban pasta año tras año e incluso años que vinieron cuatro gatos y las pasaban canutas a todos los niveles y, también hay que decirlo, apenas nadie de Aranda creía en el Sonorama, los haters no existían, estaban rascando barriga en el sillón. Pero los del Sonorama seguían trabajando y llego la suerte porque nunca dejaron de creer y trabajar. Por lo tanto, viva los haters! si a cambió tenemos este retorno, total son los aguafiestas necesarios a los que no aguantan ni en su casa.

En agosto, Aranda late al ritmo de la música. Y aunque algunos quieran ensuciar la melodía con su ruido barato, el Sonorama seguirá marcando el compás… mientras los haters se ahogan en su propio eco.

Jorge Bermejo

CEO de Norteña.