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De Aranda a Nueva York y con la caligrafía y el pan por bandera

Ramón Abajo recuerda la época en La Rosario, un negocio familiar que le dio muchas virtudes antes de conocer y descubrir mundo

Viaje por la Memoria - Ramón Abajo

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Aranda de Duero

Me fascinaba de pequeño ver aquellos libros enormes que había en la iglesia del pueblo llenos de letras, símbolos y dibujos de colores. Especialmente los que había en el facistol del coro con letras suficientemente grandes para que pudieran leerse desde las sillerías. Aún hoy me siguen fascinando. Jugaba mi curiosidad a imaginar quiénes y cómo habrían escrito aquellos códices y libros de canto. Tocar aquel papel especial y escuchar en el silencio del vacío el sonido de las hojas al pasar tenía un atractivo singular, especial, casi mágico.

Y mirad por dónde hoy tenemos la posibilidad de descubrir cómo era la tarea de aquellos monjes copistas, de los amanuenses anteriores a la imprenta, de los calígrafos que manuscribían aquellos textos. Y tenemos la suerte de hacerlo con un arandino afincado en Nueva York que tiene como vocación y dedicación la de calígrafo en un estudio que dirige en el corazón de Manhattan. Así que, deseosos de conocer, nos adentramos en la vida, la experiencia y la memoria de RAMÓN ABAJO.

Con las manos en la masa

Tras la introducción de Ausen Frutos, saludamos a alguien que proviene del ámbito de la enseñanza, pero que tiene sus orígenes en la panadería, entre harinas. "De panadero queda lo que recibí de la Rosario. Ahí echábamos una mano en el negocio familiar, y dignificaba todo. Eso ha cambiado, pero quedan las madrugadas donde escuchaba radio muy buena, queda el esfuerzo, la disciplina o el cansancio, pero sin miedo a morir. Nos tirábamos la noche haciendo pan e íbamos a jugar a las once al balonmano, al fútbol o al baloncesto y aún así se nos hacía corto el día. Es verdad que el oficio ha cambiado mucho. Aunque yo me involucré mucho en modernizar la panadería. Y fue un mundo muy feliz, los cuatro hermanos dábamos lo que podíamos", detalla.

De panadero en La Rosario

De panadero en La Rosario / imagen facilitada

De panadero en La Rosario

De panadero en La Rosario / imagen facilitada

La panadería, cuando cerró, tenía 150 años. Venía de una larga trayectoria. "La Rosario era la abuela, con un humor imbatible. Sobraba la pregunta de ir a echar una mano. Aranda para mí fue una niñez feliz. Los amigos, el deporte... El Claret. El deporte nos permitió no meternos en cosas raras, y que estuvieron lejos de nuestro circuito; aprender a ganar, a perder", explica, antes de contar su vínculo con el Chilindrón. "Yo soy del grupo de los primeros fundadores. Para mí la peña -que me tratan demasiado bien ahí- y el pueblo, además de mi familia, es un punto de anclaje", añade.

Con El Chilindrón, su peña

Con El Chilindrón, su peña / imagen facilitada

Con El Chilindrón, su peña

Con El Chilindrón, su peña / imagen facilitada

Terminé de estudiar magisterio -fue profesor del año- y psicología. Los veranos iba a Londres para ver mundo, otras fronteras, pero la vida me llevó por varios destinos. Trabajé en Inglaterra, aprendí inglés, y en unos cursos vi caligrafía, y 30 años después el círculo da la vuelta, estoy en Nueva York y vivo enfrente de la sociedad de calígrafos. Y me convierto en calígrafo por casualidad. En Londres empiezo como un hobbie. Llevo años dando clase, monto una empresa de software educativo, y hago fuentes tipográficas para imprimir las letras con puntitos. Y cuando llego a Nueva York me apunto, aunque me lo tomo en serio, y empiezo a hacerlo. Soy disciplinado. Yo solo digo que soy un pequeño impostor. Luego lo bueno de ser de pueblo es que nunca se te olvida de dónde eres. Cuando llegas alucinas, pero al final vuelve a ser tu pequeña patria chica. Lo mejor de Nueva York es tener aquí un refugio donde vienes y disfrutas", dice.

Moncho, ⁠en su etapa de profesor en Los Ángeles

Moncho, ⁠en su etapa de profesor en Los Ángeles / imagen facilitada

Moncho, ⁠en su etapa de profesor en Los Ángeles

Moncho, ⁠en su etapa de profesor en Los Ángeles / imagen facilitada

Sus puntos de apoyo, y la alegría de un hijo que estudiará en España

Para él, "hay dos Américas, la culta y el blanco basura o cuello rojo, que son incultos". "Aquí tienes sanidad, colegio, y vida resuelta. Allí se estima que tienes que tener un buen seguro y dos millones ahorrados para poder tener una jubilación tranquila", explica. A su compañera de vida, granadina, le conoce en Nueva York. "Como tantos profesores, entre nosotros, nos empiernamos", ríe. "Laura es estupenda, así que allí tengo otra patria chica. Y curiosamente para nuestra felicidad, nuestro hijo que es neoyorkino, viene a estudiar a España. Tres amigos suyos del colegio han visto que Madrid está de moda. Y estos chavales, con un español bien aprendido, se vienen. La alegría de la vida", comparte.

Con la felicidad de estar en casa, con su gente, y de recargar batería en el lugar que le vio nacer y crecer, Ramón disfruta estos días de su peña, sus amigos, y de una tierra que no olvida, y lleva muy dentro allá donde vaya.

Este viaje por la memoria, junto a Ausen Frutos y Valentín García, puede reproducirse al completo en el audio superior.

Jorge Alvarado

Jorge Alvarado

Periodista. Responsable Digital de la SER en Aranda. Presentador de Hoy por Hoy Peñafiel y El Banquillo...

 

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