Postales de Palencia: La de las niñas de San Martín de Frómista
Borja Barba nos acerca esta semana hasta la localidad de Frómista

Postales de Palencia: La de las niñas de San Martín de Frómista
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Palencia
Me temo que en este país la gente ha dejado de apreciar la calma y ha pasado a ver la tranquilidad como una amenaza, especialmente en esta España expoliada, a la que me resisto a llamar ‘vaciada’, en la que nos está tocando vivir. ‘Había muchísima gente’ parece siempre la frase mágica para medir el éxito de cualquier iniciativa. Como si las cosas, los momentos o los paisajes pudiesen cuantificar su singularidad o su condición de especiales por el número de usuarios activos dispuestos a dejar reseña y a conceder sus cinco estrellas en la aplicación de turno.
Por mucho que el sitio merezca indudablemente la pena, no había mucha gente aquella tarde en Frómista. Algún peregrino a deshora, embelesado ante ese babeliano punto de encuentro que es la joya románica de San Martín de Tours. Llegan hasta el lugar como caracoles humanizados. Cargando con sus pertenencias de supervivencia a la espalda. Dispuestos a desgastar suelas e ignorar ampollas y rozaduras antes de abrazar al Apóstol. Una foto ante la iglesia con la mochila a la espalda. Dedos que señalan, afinando puntería, hacia alguno de los sorprendentes canecillos. Y allí, ajeno al peso de la historia, del peregrinaje con sus idiomas extraños y de los caprichos de Doña Mayor de Castilla, el juego despreocupado de ellas dos.
No creo que superen los diez años. Recostadas en el suelo, bajo la arquivolta del acceso por la portada norte del templo, se las percibe ensimismadas en sus fantasías infantiles. Aplicándose con interés y minuciosidad a sus juegos, no se muestran en absoluto impresionadas por aquello que muchos hacemos el esfuerzo de ir a visitar. Están tan integradas con el escenario, que parecen haberse fundido con las canónicas hechuras románicas de la iglesia. Tanto que, sin ellas pretenderlo, se ha convertido en parte indispensable de sus diversiones.
Me viene a la memoria, mientras observo desde una esquina sus juegos y el trasiego de peregrinos, la Carta de Atenas. Aquel manifiesto sobre el desarrollo urbanístico publicado a mediados del pasado siglo por Le Corbusier y Jeanne de Villeneuve, advertía de que la mejor garantía de conservación de los monumentos y de las obras de arte viene del afecto y del respeto del pueblo, al mismo tiempo que incidía en la importancia de la inclusión del patrimonio monumental en la vida cotidiana de la infancia y la juventud. Vivir integrándose con el patrimonio y no dándole la espalda. Como las dos niñas de Frómista. Aún desconocedoras, a su edad, del testimonio histórico, etnográfico y cultural que entraña cada piedra de la iglesia de San Martín de Tours. Ya tendrán tiempo de comprenderlo.




