Husmear

León

Siempre he pensado en lo que deben sentir los hijos de los artistas de Hollywood cuando ven a sus padres en las películas. No sé si Elisabeth Taylor tiene nietos o no y si alguno la llegó a conocer, pero me pongo en la situación de enfrentarse a la belleza de su abuela en alguna de esas películas de los años cincuenta desde la perspectiva de dos mil veinticinco y me atrapa un cierto vértigo, una sensación de imposibilidad de alcanzar lo que está en tu mano, un modo de irrealidad que se hace presente delante de tus ojos.

Me ha pasado a mí esta semana al escuchar la voz de mi padre, fallecido hace más de treinta años, en un vídeo de una obra de teatro que interpretó me parece que a principios de los años ochenta. Verlo con esa frescura en las imágenes ­y sobre todo, ya te digo, escuchar su voz, ha sido un modo de enfrentar de nuevo la pérdida y, a la vez, recuperar su presencia.

Podría decirte que esa imagen de mi padre relativamente joven, olvidada en la memoria de los días, ha sido una pista de despegue de recuerdos escondidos. Algo así como si me pusiese a husmear en mi propia historia. Y es que creo que mirarse a sí mismo con espíritu de sabueso, olisqueando pliegues de los recuerdos que tendemos a escondernos a nosotros mismos quizá sirva para entender lo que nos pasa. No sé si se me entiende: es algo así como que tratamos de meter debajo de la alfombra de la memoria todo lo que no nos gusta de nosotros mismos hasta que aparece una “magdalena” o un sorbo de leche de cabra o un vídeo de una vieja obra de teatro en la que sale tu padre y te desbaratan la mentira y te ves desnudo en el espejo con todas las arrugas del tiempo en cada herida. Y eso es lo que eres, una especie de ecce homo de experiencias. Un jarrón mil veces recompuesto, el efecto de un kintsugi vivencial que te hace seguramente más imperfecto y, por tanto, más bello desde ese punto de vista japonés que celebra en oro la belleza de la imperfección.

Husmear en el pasado es como caminar por las calles de León a eso de las ocho de la mañana en estos días en los que se apagan las luces antes de que brille el sol. Un arte para perderse en arañazos.